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La Selva lacandona acechada. Paradojas de las tierras protegidas Parte II

La Selva Lacandona es después del Amazonas, el reducto de selvas más extenso y compacto que queda en el mundo. Los servicios ambientales que ofrece al planeta son de particular importancia por su contribución a la regulación del clima, y los ciclos hidrológicos, la captación de humedad para la formación del Río Usumacinta, con sus tributarios como el Río Lacantún y el Santo Domingo, entre otros, y la presencia de una vasta diversidad de plantas y animales. Por la riqueza de sus ecosistemas, es junto con Oaxaca, la región más diversa cultural y biológica de México y de las más importantes del mundo. Su aportación estratégica es de tal magnitud, que dos de sus presas ofrecen cerca del 70 % del suministro de energía eléctrica a la red nacional.

Las instancias ambientales acreditadas en la zona operan con limitaciones. La Comisión Nacional de Áreas Protegidas (CONANP) a través de la Dirección de la Reserva de la Biosfera “Montes Azules” tiene un raquítico presupuesto y reducido personal de campo para instrumentar y coordinar programas, aunado a la falta de credibilidad sobre otras opciones productivas, ya que su naturaleza, está centrada en la conservación de una reserva de la Biosfera sin zona legal de amortiguamiento. Por otro lado, la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (CONABIO) a través del Corredor Biológico Mesoamericano (CBM), operó 14 años proyectos productivos sustentables en la periferia de la reserva (programa desafortunadamente ya cancelado, y no por la cuarta transformación). La Comisión Nacional Forestal (CONAFOR) a través de sus programas productivos y de restauración en el marco del proyecto especial “selva lacandona” arrastró también un proceso complejo para la aplicación de recursos, así mismo insuficiente, para apoyar las acciones locales. Ahora en el limbo por la falta de presupuesto.

Estos esfuerzos arriba brevemente narrados no son únicos y los más añejos en la historia contemporánea de la lacandona. Entre otros, Roberto de la Maza y sus hijos Roberto y Javier desde principios de los setenta del siglo pasado, exploraron y identificaron una importante lista de mariposas diurnas y sobre todo nocturnas, estás representan el 38.5% de la lepidopterofauna reportada, muchas únicas para el mundo, es decir endémicas. Estos empujes y la presencia y peligro a la mastofauna como los jaguares, el puma, el tigrillo y tapir, entre otros, llamaron la atención mundial sobre el valor de la selva lacandona para la protección de la biodiversidad de importancia global. Esta visibilización derivó, aunado los problemas ya narrados, que el Fondo Mundial Ambiental (GEF por sus siglas en inglés), volteara a ver esta enigmática región y destinara recursos importantes para resguardar la reserva de la biosfera Montes Azules, corazón de la selva lacandona, a través del gobierno federal en lo que sería más tarde la CONANP.

Honor a quien honor merece. Años más tarde Javier de la Maza logró en una gestión titánica recuperar la abandonada estación Chajul, al sur de la reserva Montes Azules, pegada al rio Lacantún y a Marques de Comillas, como una estación biológica de investigación y detección en tiempo real de monitoreo de la salud precaria de la selva. Zona fuertemente impactada por el cambio de uso del suelo. Durante muchos años con casi nula atención pública y con el apoyo de fondos internacionales lograron a través de Natura y Ecosistemas Mexicanos A.C. y el involucramiento directo y tenaz de Julia Carabias (ex secretaria de la SEMARNAT) y en colaboración con la comunidad Lacandona, mantener tan valioso espacio y operar otras subestaciones rio arriba del Tzendales.

Pero debo ser claro, el principal factor del desequilibrio es político por la falta de gobernabilidad federal y estatal. Y por qué no decirlo, también de gobernanza comunal. El desatino público es apabullante; persiste la descoordinación con los municipios. Después de sesiones maratónicas los agentes del estado construyen matrices de inversión, como si eso fuera a lograr consigo la integración de una política pública consolidada. Los actores locales, principalmente las comunidades, ejidos y sus organizaciones de segundo nivel no participan en la planeación ni en la definición de estrategias. El rol de organizaciones de paz y desarrollo de la sociedad civil, son claves para integrar una propuesta incluyente, amplia y de largo aliento y son poco tomadas en cuenta.

Adicionalmente, un nuevo problema ha venido a generar un caldo de cultivo a la Selva Lacandona. Los jóvenes indígenas, que hace 20 o 30 años dependían de sus padres en el marco de la economía familiar campesina, demandan tierras para cultivar y generar en forma independiente sus propios recursos. El hecho de no ser sujetos de los beneficios de los programas públicos -por la falta de derechos agrarios- incluyendo las indemnizaciones que el gobierno les otorga por la ocupación irregular de las tierras comunales o de la reserva, su exclusión de las asambleas comunales para la toma del reparto de beneficios ha acrecentado el descontento social.

Factores políticos y de presión de los Teztzales y Choles de mayoría aplastante en los bienes comunales en la lacandona y, errores de percepción y de sensibilidad política, han radicalizado las posturas y ahora ponen en riesgo la permanencia de la estación, hospedera de innumerables estudios de la UNAM, de la UNACH y UCACH, del Instituto de Historia Natural Francisco Álvarez del Toro de Chiapas y de cientos de universidades y centros de investigación de todo el mundo. Los esfuerzos académicos y de desarticulación con las políticas públicas no han creado una opción consolidada de desarrollo, que adopte como eje central favorecer la gobernanza local y regional. Se requieren opciones productivas múltiples, con base científica y conocimiento tradicional y que rompan con la inercia de perpetuar la pobreza a base de subsidios inútiles e inoperantes que, en muchos casos se quedan en redes   de corrupción e ineficiencia. Inercia que en nada ayuda a la promoción de modelos incluyentes de gestión territorial sustentable y de demanda social de hombres y mujeres jóvenes que buscan una inserción en el territorio como protagonistas de su futuro y no como meros espectadores. En síntesis, hay que reconocer que la selva lacandona está hoy densamente acechada y ahí estriba la gran paradoja de esta tierra protegida.

Pedro Álvarez Icaza. Experto en política ambiental y en gestión y manejo de recursos de cooperación multilateral internacional. Forma parte del programa de líderes ambientales de El Colegio de México.

@alvarezicazapc

 

Otros textos del autor:

-La Selva lacandona acechada Paradojas de las tierras protegidas Parte I

-La tercera vía: cambiar el paradigma y resaguardar el bien común

 

 

 

 

 

 

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