Andrés Manuel está empeñado en ejercer su ciudadanía

¡López Obrador se atreve a decir que un medio de comunicación no está siendo neutral y en el camino se le pierde parte de credibilidad! ¡Qué atrevimiento! ¿Pero quién se cree el primer ciudadano de la república para cuestionar la verdad sacrosanta y única de los medios de comunicación, esos mismos que durante 20 años tuvieron una ofensiva personal y miserable en su contra? ¡Los segundos pisos que se iban a caer! ¡El peligro para México que AMLO representaba! ¡El apoyo de los rusos, diseñado pobremente por el abolengo krauziano, hoy en decadencia!

López Obrador está convencido de ser un ciudadano y la reacción no consigue comprenderlo. Si por algo se caracterizan los ciudadanos, más allá de su pasaporte, más allá de su acta de nacimiento, es precisamente por su capacidad de opinar y tomar partido sobre los temas de la agenda pública. Los ciudadanos están de acuerdo con una postura o con otra, tienen valores que construyen la imagen del mundo al que aspiran, tienen preferencias, leen unos medios de comunicación más que otros, se comprometen con unos temas y agendas frente a realidades que atentan contra su manera de entender el mundo. El ciudadano es ciudadano porque está presente en la vida pública del país en distinta medida.

El ciudadano tiene la obligación de ejercer sus derechos políticos universales, porque si no hace política otros se la harán, con intereses contrarios a los suyos. Andrés Manuel, abriendo un debate público sobre la credibilidad de determinados medios de comunicación, está cumpliendo su obligación máxima como ciudadano y está democratizando un espacio de la vida pública, el mediático, que, a diferencia del ejecutivo, no se presenta a las elecciones para poner en valor su legitimidad.

Y es que esto de ser actores políticos, involucrados en el debate público, es algo que los medios de comunicación tienen muy claro: ellos tienen, evidentemente, sus propietarios, sus agendas, sus intereses y sus patrocinadores, y hacen lo posible para revirar el debate hacia los parámetros que más se acerquen a sus intereses empresariales y políticos. Esto no es ni bueno ni malo, esto es una realidad: los medios de comunicación hacen política y, al igual que todos nosotros, al igual que el presidente, al igual que los opositores, pueden ser contradichos, rebatidos y cuestionados, porque en democracia, lo único sagrado es el derecho al voto y el respeto a la integridad personal de los adversarios. Si hay medios de comunicación que pretenden no ser cuestionados en su credibilidad y contenido por la ciudadanía, entonces ellos son los que no tienen ningún respeto ni por la democracia, ni por el debate público. Bajen de sus púlpitos y, como, los integrantes de la marcha fifí, salgan a la calle a defender sus ideas: ya no tienen una tribuna incuestionable desde que la que tirar netas sin posibilidad de debate.

Abraham Mendieta. Analista político experto
en discurso político y populismo latinoamericano.

@abrahamendieta

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