El cambio de régimen en México se consolida poco a poco. Como un doloroso parto, esta fuerte y ambiciosa rearticulación de la administración pública federal no sólo está cambiando en términos de reglamentación y programa a las instituciones, sino en la escala de valores y orden de prioridades sobre por qué y para qué sirve el poder.
“Por el bien de México, primero los pobres”, sentenciaba con prístina claridad el hoy presidente López Obrador en su campaña de 2006 y en algunas otras ocasiones más recientes, a manera de resumen sobre su proyecto de gobierno para el país. Los indices de aprobación en lo general reflejan que el Presidente cuenta con una mayoría social aún más amplia que la que obtuvo en las elecciones del año pasado. En lo particular, salvo dos o tres clarísimas excepciones (i.e. la cancelación del aeropuerto de Texcoco o la eliminación de las estancias infantiles), los mismos índices revelan la aprobación mayoritaria de la sociedad a las políticas del presidente.
Estos son hechos. Lo que resulta políticamente atractivo es preguntar por qué esta pasando esto. Resultaría interesante indagar, no sé, en las motivaciones de las personas, en las lógicas de grupo o de movimiento, confrontar con la historia, qué se yo. Ahora bien, nada de esto es posible si no se parte de un posición de respeto al fenómeno social en cuestión. Podremos estar de acuerdo o no con él, pero al respetarlo como algo digno de ser considerado nos obligamos a ir más allá de un dicho ingenioso o jocoso sobre el asunto, y a empezar a formalizar argumentos serios y consistentes.
Sin embargo, hay un grupo de personas que sigue resistiendo frente a los embates de la evidencia irrefutable y documentada, las pruebas de palabra por palabra que ofrecen señales claras —como la que tras un asesinato dejaría una pistola humeante (“smoking gun”)— para poder sostener los dichos y los hechos del cambio de régimen. Todas estas personas son de diversos orígenes sociales y formación política, sus actividades profesionales son variadas e incluso forman parte de generaciones distintas. Los hemos leído y los hemos escuchado.
Son Los Inútiles.
Son los ordinarios pero infatuados agoreros del desastre: profesionales de la opinión y expertos juntaletras con agendas ciudadanas que repiten, una y otra y otra y otra vez, que el gobierno es improvisado e inepto. En su delirio, han comparado al gobierno de López Obrador con el Tercer Reich alemán. Son de diván, me cae. Son los oscuros alquimistas del método: así como se buscó con ahínco en la Edad Media la fórmula para transformar el plomo en oro, así mismo ahora tratan de convertir a sus prejuicios de clase, sus opiniones de cuaderno y a sus anécdotas de comida familiar en Ciencia.
Oh, pero si ya lo sabemos todos: los números no mienten, pero se puede mentir con los números. Pillos.
Y son inútiles por una sencilla razón: no sirven para el propósito que debieran cumplir.
¿Los analistas? No orientan a la sociedad sobre la razón y los alcances de las decisiones políticas ni las implicaciones a mediano y largo plazo. ¿Los políticos de oposición? No construyen ni definen un programa alternativo que ofrezca una salida al desastre de país que tenemos y con el cual puedan recuperar la credibilidad perdida. ¿Los ex funcionarios de los gobiernos de Calderón o Peña Nieto? No asumen la responsabilidad sobre los problemas que hoy enfrentamos ni explican por qué no pudieron o no quisieron resolverlos cuando tuvieron la oportunidad. ¿Los medios de comunicación? Abrevan estatura moral por ser confortativos al grado de la obsesión y la mentira con el poder político (el caso del Reforma, por ejemplo), pero son comparsa silenciosa del poder económico.
Mi esperanza es que los Inútiles sean pronto la primera baja de lo que Schumpeter llamaba “el vendaval de la destrucción creativa”: esa que destruirá incesantemente todo aquello que no sirve, creando incesantemente nuevas figuras y narrativas que sí. Señalarlos es un primer paso.
Antonio Attolini. Licenciado en Ciencia Política por el ITAM. Reserva patriótica. Analista político y productor de contenidos en medios de comunicación.
Twitter: @AntonioAttolini