El sábado pasado un joven blanco de 21 años, de cuyo nombre no quiero acordarme, entró armado con un rifle de asalto a un Walmart en El Paso, Texas, y disparó contra la multitud. El resultado: al menos 20 muertos (7 de ellos de origen mexicano) y 26 heridos en lo que marca la matanza masiva número 249 de 2019 en Estados Unidos. Frente a este acto de cobarde e irracional violencia, hubo quienes no pudieron esperar para hacer el ridículo, una vez más. Me refiero a los senadores del PAN que consideran que “los discursos de odio desde el poder presidencial, tanto en el caso de Trump como el de AMLO, pueden generar actos de violencia como los recientes tiroteos en Estados Unidos” (Reforma). Claudio X. González y Felipe Calderón insinuaron lo mismo. Así. Tal cual. Propio de quien no supera un trauma y vive en permanente disonancia cognitiva, la Reacción rebasó un nuevo límite de desvergüenza y cinismo. Oportunidades como esta para exhibirlos y confrontarlos no se pueden dejar pasar. Me explico.
El discurso de odio del presidente Trump es concordante con el fenómeno de las matanzas masivas en Estados Unidos, pero no es causal ni tampoco complementario. Es decir, no porque el presidente Trump promueva un discurso de odio suceden las matanzas masivas, ni tampoco las matanzas masivas siempre van acompañadas de un discurso de odio por quienes las cometen. Despreciable como es excluir a una persona por su condición de clase, raza, preferencia sexual o estrato socioeconómico, lo que subyace, antecede y condiciona a las matanzas masivas en Estados Unidos es la desregulación y la libre comercialización de armas de fuego. ¡Es el mercado, estúpido! Un rifle de asalto AK-47 puede costar entre 200 y mil dólares y puede ser adquirido por una persona tan fácil como presentando una identificación que certifique que tiene más de 21 años y ya. ¡Y YA! Quiero que quede tan claro como el agua: es imperativo para todo aquel que se considera una persona demócrata combatir el discurso de odio, pero responsabilidad de los analistas poder identificar claramente las razones de política pública que habilitan que las matanzas masivas en Estados Unidos sucedan con tanta frecuencia. Mi punto es que las matanzas han sucedido antes y durante la presidencia de Trump y que seguirán sucediendo, así llegue a la presidencia de Estados Unidos un hippie comeflores-abrazárboles-vegano-pacifista-trans, si la política de venta y distribución de armas no cambia.
Pensémoslo en términos comparados. Controlando las variables que se tengan que controlar para volver los casos de estudio comparables, ¿hay algún otro país del planeta en donde haya un líder político que promueva un discurso de odio desde el poder y también se presente una incidencia significativa de matanzas masivas? La respuesta es: ¡NO! No suceden en Austria con Heinz-Christian Strache, o en Bélgica con Dries Van Langenhove, o en Dinamarca con Rasmus Paludan, o en Francia con Marine Le Pen, o en Alemania con Alexander Gauland, o en Hungría con Viktor Orban, o en Italia con Matteo Salvini, o en Holanda con Geert Wilders. No tiene que ver esta cosa del discurso de odio con esa otra llamada matanzas masivas (como referencia, se puede consultar este enlace).
Ahora bien, tampoco tiene nada que ver el discurso del presidente Trump con el del presidente López Obrador. Los senadores del PAN, particularmente el senador por Chihuahua Gustavo Madero, tienen derecho a llevar agua para su molino diciendo cuanta tontería quieran, pero eso no significa que les asista la razón. Ni a Felipe Calderón. Ni a Claudio X. González. No hay un hilo de evidencia que sostenga sus dichos. Lo que tampoco hay es un gramo de vergüenza por atreverse a decir semejantes disparates. Combatir el abuso de poder de quienes aprovecharon su privilegio de clase para impedir el ejercicio de derechos de otros no es sino cumplir con el mandato legal y ético de la democracia de garantizar igualdad ante la ley y libertad plena para todos y todas. Para que una persona pueda sentirse parte de la misma comunidad imaginaria y ser corresponsable y correspondida se necesita reconocer, primero, por qué esa unidad, esa reconciliación y en estos términos, no ha sido posible. Y como moscas con la fruta podrida, ahí fueron a alimentar sus prejuicios los senadores del PAN, Claudio X. González y Felipe Calderón. No les importó exhibirse como unos hipócritas conservadores. Tampoco parece importarles seguir cavando su tumba política, de mira a los siguientes procesos electorales. Qué bueno. Por mí y por el bien del país, mejor.
Antonio Attolini Licenciado en Ciencia Política por el ITAM. Reserva patriótica. Analista político y productor de contenidos en medios de comunicación.
@AntonioAttolini