Autoritarismo, ¿de parte de qu

Autoritarismo, ¿de parte de quién?

En una entrevista, publicada por Infobae el 1 de julio, a un reportero que cubre las “mañaneras” de AMLO, éste hizo un balance sobre los pros y los contras del ejercicio matutino del gobierno del tabasqueño: “Los pros es la transparencia; tú puedes venir y preguntarle todo lo que sea al presidente; los contras es que el presidente puede contestarte lo que él quiera y posicionar sus temas, su agenda”.

El señalamiento es ejemplo de un enfoque que se ha venido repitiendo en distintos foros, frente al terreno que en la narrativa ha ganado el intercambio diario entre López Obrador, la prensa y los ciudadanos. Al constituirse en una competencia a la verdad absoluta que normalmente lograba imponerse desde los medios tradicionales de difusión, el nuevo escenario que plantean las mañaneras y la existencia de plataformas alternativas de comunicación resulta incómodo para muchos representantes de los medios tradicionales, desde donde se ha tratado de instaurar la idea de que el de AMLO es, más bien, un ejercicio autoritario porque “el presidente impone su agenda”.

Pero el tema de las mañaneras es sólo uno de muchos en los que se habla en coro sobre el supuesto talante autoritario de AMLO, haciendo gala de evidentes contradicciones. Se rasgan las vestiduras, por ejemplo, por acciones que claramente le competerían a un presidente, como nombrar a su gabinete, tener liderazgo en el proyecto económico que prometió y dejar ir a un Secretario de Hacienda que no lo comparte. Rayan ya en el delirio quienes, como Reporte Índigo, afirman que es también autoritario haber nombrado al nuevo Secretario de Hacienda sin consultar a los diputados.

Al mismo tiempo, casi todos los días somos testigos de cómo se intenta presionar a López Obrador para dar línea, intervenir o fijar una postura en circunstancias en las que existen otros canales de resolución u otras instancias competentes. Distintos reporteros piden frecuentemente al presidente hacer algo en situaciones locales que corresponderían a gobernadores u otras autoridades, o que intervenga incluso en cuestiones personales, como el de la disputa entre una reportera de la mañanera y la directora de Notimex. La misma intención se encuentra en columnas y encabezados de periódico que consignan con alarma que López Obrador tenga un pacto de impunidad porque no ha metido a la cárcel a personajes corruptos de administraciones anteriores (aun cuando existan investigaciones en curso, que de no cumplir un debido proceso serían, con toda razón, inmediatamente señaladas como autoritarias) o que no fije una definición sobre el curso que debería tomar el caso de la ampliación de mandato en Baja California (frente al que, por cierto, sí existió un posicionamiento claro que muchos analistas han decidido que no ocurrió o que no tiene importancia).

Todos los días somos testigos, en suma, de una invitación tras otra para que AMLO se comporte de manera autoritaria. ¿Por qué? Dos explicaciones son posibles: o bien existe la intención de construir elementos para más tarde confirmar la tiranía de un gobierno incómodo para algunos sectores, lo cual refiere una motivación política que intenta ser disfrazada; o bien, nos encontramos en un escenario en el que la cultura autoritaria y la falta de conocimiento sobre la naturaleza de las instituciones democráticas está más extendida de lo que desearíamos, y no proviene precisamente del presidente.

Azul Alzaga Magaña. Analista política y social,
politóloga del CIDE y fundadora de la Asociación Civil
Observatorio de la Justicia A.C. Actualmente es colaboradora
de Milenio como columnista invitada en temas políticos,
en materia de comunicación, seguridad y justicia,
así como co-conductora del noticiero dominical de las 22:00 y del segmento de entrevistas
La conversación

Twitter: @azulalzaga

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