¿Otro partido-movimiento?

¿Otro partido-movimiento?

Muchos partidos-movimiento suelen no institucionalizarse por varias razones. Por un lado, en su seno hay una tendencia «movimientista», respaldada por bastantes militantes, que parte del supuesto de que para consolidarse basta con que la movilización sea permanente. De lo contrario, el partido sería igual que cualquier otro, traicionaría sus orígenes y se condenaría a desaparecer. Esta idea no toma en cuenta que el movimiento surgió en un momento específico en el que se requería desplazar caciques, viejas organizaciones y élites locales y nacionales; una vez conseguido esto, lo que se requiere ya no sólo es movilizar, sino consolidar una organización que sea capaz de encauzar demandas y construir un orden nuevo.

Lo anterior no significa que el partido-movimiento pierda sus raíces populares; al contrario, se trata de fortalecerlas y generar mecanismos que permitan solucionar problemas a mediano y largo plazo. Si esto no sucede, cuando la efervescencia que impulsó al movimiento comience a debilitarse no habrá forma de sostener lo mucho o poco que se haya construido hasta el momento y no se habrá logrado el objetivo principal: el cambio.

Por otro lado, estos tipos de partido suelen caracterizarse por ser grandes coaliciones que acompañan a líderes fuertes que pretenden cambiar al régimen. Cuando estos llegan al poder, por obvias razones, se concentran más en transformar las formas políticas, económicas e ideológicas de dominación que en solucionar problemas internos y fortalecer la organización. Si los miembros del partido son conformistas y no transcienden al liderazgo, cuando éste deja de gobernar, la coalición se desvanece y no hay manera de consolidar un proyecto más allá de la irrupción carismática.

De igual forma, presentan serios problemas en la generación programática y en la formación de cuadros jóvenes. La extrema dependencia al líder y la movilización «a toda costa» impide que se elabore un programa político que guíe el actuar de la organización y que se formen jóvenes que no sólo sean capaces de sostener el partido a futuro, sino que puedan acceder a espacios de decisión a corto plazo. Sin programa ni cuadros es muy difícil la institucionalización.

Si Morena no quiere que le pase esto y realmente quiere ayudar a la regeneración nacional, tiene que convertirse en un partido serio. Tiene que asumir una independencia relativa frente al gobierno, definir mecanismos internos claros para decidir puestos y candidaturas más allá de las coyunturas, construir programa, formar cabalmente a sus cuadros y, sobre todo, asumir que su papel principal no sólo es movilizar, sino organizar a un sector mayoritario de la sociedad que le dio la espalda a los viejos mecanismos de intermediación, con la esperanza de que este otro realmente pudiera solucionar sus problemas.

Si esto no se logra, la transformación no estará completa y tampoco será duradera. El cambio de régimen no se consolidará si no hay un partido que mantenga al lopezobradorismo más allá de la coyuntura del triunfo. Por el momento, Morena sigue siendo sólo una herramienta que sirvió para que Andrés Manuel López Obrador llegara al poder. Depende de sus militantes que trascienda y construya su propia historia. De lo contrario será una organización que, de buenas a primeras, desaparecerá, perderá el nombre y será recordado como uno de tantos partidos-movimiento.

Hugo Garciamarín. Politólogo por la UNAM y la Universidad de Salamanca.  Analista político y profesor en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM. 

@hgarciamarin

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