¿AMLO contra los inmigrantes?

¿AMLO contra los inmigrantes?

“No vamos a descartar convencer a Donald Trump de su equivocada política exterior y en particular de su despectiva actitud contra los mexicanos… Ni México ni su pueblo van a ser piñata de ningún gobierno extranjero”, dijo el presidente Andrés Manuel López Obrador al arrancar campaña el 1 de abril de 2018 en Ciudad Juárez, Chihuahua. Ese mensaje tuvo un gran significado para inmigrantes en los Estados Unidos. Parafraseando una de las tantas campañas del morenista, “había esperanza”.
A un año y tres meses de ese discurso, el mandatario y sus colaboradores se han dado cuenta de que las negociaciones con un “experto negociador” como el presidente Trump son más complicadas de lo que pensaban.

Curiosamente, a pesar de sus ataques hacia los mexicanos durante la campaña presidencial de 2016, el mayor problema migratorio —que ha sido clave en las políticas y ahora en la campaña de reelección del presidente de Estados Unidos— no son los inmigrantes de este país, sino los centroamericanos, debido a las caravanas. El tema es más complejo de lo que un simple “ya basta” podría resolver en materia de relaciones exteriores, ya que México está en medio de las naciones con mayor movilización de asilados y refugiados hacia el país de los “grandes sueños”.

Desde hace dos años, los inmigrantes mexicanos dejaron de liderar las estadísticas de indocumentados, dando paso a los originarios del Triángulo Norte: El Salvador, Honduras y Guatemala. También ha habido un incremento de venezolanos, pero ellos reciben un trato especial, dado el interés de la administración Trump en derrocar a Nicolás Maduro. Todo se trata de política y economía. En inmigración no hay excepciones.

Durante su inicio de campaña, López Obrador recordó que impulsaría el Plan Integral de Desarrollo, una idea similar a la del presidente John F. Kennedy en la década de los 60 del siglo pasado, que falló. En EU, el único candidato hispano a la presidencia, el demócrata Julián Castro, ha mencionado una estrategia cercana al Plan Marshall, que permitió la reconstrucción de Europa tras la Segunda Guerra Mundial. El principio es básicamente el mismo: impulsar el desarrollo en Centroamérica y el sur de México para reducir la migración. ¿Podía lograr sus intenciones el mandatario mexicano sin ceder ante las prioridades del presidente Trump? La respuesta es no. El problema fue hallar un punto intermedio, poco visible ante los ojos de los principales críticos del morenista, dadas las acciones a tomar.

En diciembre de 2018, la administración Trump anunció que apoyaría el plan del presidente mexicano para el desarrollo de los países del Triángulo Norte. El 20 de junio de 2019 se dio el primer paso en Chiapas, con la visita del mandatario salvadoreño Nayib Bukele. La inversión inicial de México es de 30 millones de dólares. Días antes, España y Alemania por separado, y la Unión Europea, expresaron su apoyo al proyecto multianual. Se trata de una iniciativa que persigue un sueño, pero las pesadillas que viven inmigrantes actualmente la eclipsan: más deportaciones en México, el despliegue de la Guardia Nacional en ambas fronteras y aceptar a extranjeros de otros países en espera de sus respuestas de asilo en EU sin ser expresamente un tercer país seguro.

La pregunta que dio título a este artículo no tiene una respuesta simple, ya que las políticas del presidente López Obrador, sujetas a los acuerdos con la administración Trump, lo colocan en una posición difícil para evitar los extremos: ni el cielo ni el infierno, el limbo resulta, por ahora, una descripción más clara para la situación migratoria. Porque el gobierno mexicano no negocia solamente acerca de inmigrantes de su país, habrá que esperar los primeros resultados del Plan Integral de Desarrollo para determinar si valió la pena recibir ciertos golpes, como si se fuera “piñata”: ceder ante presiones de aranceles y construir un muro invisible hacia el sueño americano.

Jesús García. Periodista de El Diario NY (eldiariony.com),
exeditor de Reforma, excolaborador de El Financiero
y exbecario de ICJF, WSJ y el Instituto de las Américas.

Twitter: @jesusgar

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