En 2015, el presidente Donald Trump criticó a los inmigrantes, principalmente a los mexicanos, a quienes llamó “violadores” y “criminales”. Desde entonces su retórica no ha cambiado, aunque dejara de usar esas palabras.
Aquellas expresiones le funcionaron para atraer electores y ganar el despacho en la Casa Blanca, pero entre quienes lo apoyaron hay grupos supremacistas que se envalentonaron para expresar su ideología contra grupos minoritarios, incluidas mujeres, negros, musulmanes, hispanos y la comunidad LGBT.
El discurso del mandatario ha impactado a distintos niveles en las divisiones raciales y sociales en Estados Unidos, al grado de que en 2016, cuando ganó la elección, había 917 grupos de odio en el país, un año después eran 954 y a los dos años eran mil 20, según registros del Southern Poverty Law Center (SPLC).
Esos grupos incluyen los que rechazan a inmigrantes principalmente, a judíos o a la comunidad LGBT. Pero hablando de supremacistas blancos, la cifra resulta interesante: creció casi el doble en dos años, al pasar de 85 en 2016 a 100 en 2017 y a 148 en 2018. Esto no es retórica: el odio está liberado.
Gran parte de esos grupos son nacionalistas que, a pesar de ser descendientes de inmigrantes, rechazan a nuevos extranjeros que arriban al país. También llamados nativistas, los integrantes de dichas organizaciones acusan que los originarios de otros países llegaron a robar trabajos y derechos a quienes nacieron en Estados Unidos.
Habría que ser honestos, esto no es nuevo en el país, como lo reconoce David Livingstone Smith, profesor de filosofía en la Universidad de Nueva Inglaterra y autor de un libro sobre la deshumanización de categorías enteras de personas. En una entrevista con The New York Times, Livingstone Smith dijo que Trump había envalentonado a esos estadounidenses cuyas opiniones se consideraban inaceptables. «Trump ha dado permiso a la gente para decir lo que piensa… Eso es poderoso. Cuando alguien te permite ser auténtico, eso es algo muy, muy potente. La gente ha salido de las sombras», explicó.
Ante una creciente problemática migratoria, intensificada por los problemas de seguridad y desarrollo en países centroamericanos, el presidente Trump ha expresado su desesperación por no poder controlar el flujo de inmigrantes, principalmente indocumentados hispanos. Sus mensajes contra ellos han sido constantes desde 2016, pero en 2018 se intensificaron debido a las caravanas migrantes. Eso se ha convertido en más gasolina para sus seguidores. Por ello no es casual que Patrick Crusius escribiera “invasión hispana” en su manifiesto, obviando la historia de un estado como Texas, otrora territorio mexicano.
Éste podría calificarse como el primer ataque terrorista dirigido a hispanos, a mexicanos principalmente, aunque una gran parte de las víctimas tengan otros orígenes. El odio obnubila y muchos pagan con su vida.
A diferencia del ataque en El Paso, el atentado en Dayton, Ohio, tiene un origen distinto, igual marcado por el odio pero con un problema de salud mental relacionado al machismo. Connor Betts tenía una lista de víctimas, la mayoría mujeres, más cercano al caso del atacante de Canadá en 2018, Alek Minassian, un “incel”, hombres que odian a otros hombres por sus frustraciones al no poder concretar relaciones. Las autoridades de Ohio no han confirmado los motivos Betts y continúan las indagatorias.
Este tipo de ataques, el 251 en Estados Unidos, alcanzó a los mexicanos. Es una gran oportunidad para que el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador defienda la vecindad y la seguridad de sus ciudadanos. En la frontera no solamente hay inmigrantes, millones de personas cruzan por negocios y vuelven a México… y viceversa.
Este lunes, por primera vez, el presidente Trump criticó a los grupos supremacistas; ya fue demasiado tarde para 22 víctimas fatales y 24 heridos.
Jesús García. Periodista de El Diario NY (eldiariony.com),
exeditor de Reforma, y exbecario de ICJF, WSJ
y el Instituto de las Américas, excolaborador de El Financiero.
Twitter: @jesusgar