Platicamos con Felipe Calderón hace un par de meses. El expresidente nos recibió a la grafóloga Tania Ramos y a mí después de haber entregado volantes de México Libre en un crucero cerquita de su oficina en Ciudad de México.
Lo visitamos con la idea de proponerle una entrevista escrita a mano para Narcografologías, un libro que reúne la interpretación de la letra de 13 figuras públicas relacionadas con el mundo de las drogas y el narco.
En ese libro, Tania y yo hemos incluido a personajes muy variados: entre otros, Hipólito Mora, fundador de las autodefensas de Michoacán, y Julián Leyzaola, el controversial exjefe policiaco de Tijuana y Ciudad Juárez. Actualmente estamos por terminar la investigación.
Desde el principio, Calderón nos advirtió que su tema no eran las drogas, sino la seguridad y el estado de derecho. Le parecía despectivo que se le asociara con el término “guerra contra el narco”.
Después de sugerirle que en esta entrevista podía ahondar públicamente en sus razones, Tania agregó que la interpretación que le haríamos a su letra era científica y, por lo tanto, podía revelar su verdadera personalidad.
El expresidente contestó: “Están de acuerdo en que da miedo, ¿no?”
Aclaramos que la grafología muchas veces era malinterpretada por estafadores que aseguraban que esta técnica podía hacer adelgazar a las personas. Nuestro anfitrión aprovechó el comentario para hacer un chiste: “A menos que escribas en el piso y parado”.
Luego se comprometió a que pensaría lo de la entrevista.
Calderón expresó más interés en mi trabajo de investigador para una de las temporadas de la serie Narcos México. Confesó que le interesaba mucho “participar o colaborar” en “las narrativas” producidas por Netflix.
“Yo quiero dar mi versión”, insistió.
“Díganme cuándo hubo una declaratoria de guerra”, nos preguntó, “¿me paré en el Zócalo (a decir) ‘declaro la guerra’? No, señores”.
Calderón sí ordenó el Operativo Michoacán en diciembre del 2006 y en enero de 2007, vestido de militar, celebró los primeros resultados junto al ejército en un cuartel en Apatzingán. En la foto de este evento aparece también Lázaro Cárdenas Batel, entonces gobernador de Michoacán y ahora jefe de asesores del presidente.
“Si ya acabó la guerra, explíquenme por qué hay tanto muerto. Porque no depende de la acción del gobierno, sino que hay una disputa por el territorio y por los nuevos mercados de la droga”.
Después regresó al tema de las series. Le habían gustado mucho las primeras tres temporadas de Narcos, “las de Colombia, porque César Gaviria sale bien librado”. Daba por hecho que si la serie continuaba su actual línea de tiempo, así como el expresidente colombiano había aparecido, a él también le llegaría el turno de ser interpretado. Nos confesó que quería ayudar con su “narrativa” y, así, “al menos ser escuchado”.
Antes de despedirnos, le pregunté sobre el objeto que más destacaba en su oficina: un sable que acaparaba toda la atención detrás de su escritorio. Dijo que era el sable de mando que la Marina le había entregado cuando fue nombrado comandante supremo de las fuerzas armadas.
Pocos días después, le avisaron a Tania que el expresidente había decidido no darnos la entrevista.
Juan Carlos Reyna. Escritor, músico y productor de contenidos mexicano. Su libro más reciente es El Extraditado, basado en sus conversaciones con el fundador del Cártel de Tijuana. Es productor periodístico de Confesiones de un sicario, nominado a los premios Emmy, e investigador de la primera temporada de Narcos México, de Netflix. Como músico fue colaborador durante una década del Colectivo Nortec.
@juancarlosreyn_