México no puede darse el lujo de tener una mala imagen global. El canciller Marcelo Ebrard lo sabe. Recientemente señaló que las narcoseries promueven una imagen injusta de México, por lo que es necesario cambiar el guión. Para ello, dijo explícita e implícitamente, se debe realizar promoción turística y ser innovadores en estrategias de medios y redes sociales, entre otros aspectos.
Tener una buena imagen global es difícil de lograr, prácticamente imposible de cuantificar y un trabajo de tiempo completo mantener. En relaciones internacionales una buena reputación ayuda a fijar el lugar de un país en el mundo. Un lugar en el que México podría ser peso pesado, aunque históricamente se ha quedado en peso mosca.
La pregunta de fondo es: ¿por qué la imagen de México es tan frágil que una narcoserie se entiende como la única realidad nacional ante los ojos de importantes interlocutores? Las personas en México conocemos la bondad de la gente, las extraordinarias playas, la deliciosa gastronomía o las fascinantes tradiciones culturales. ¿Por qué entonces esa no es en el exterior la narrativa dominante del país?
Si se grabara una narcoserie es Noruega, se entendería como ficción. En México se asume como realidad.
La atención de las audiencias internacionales es un bien escaso. Y, en ausencia de más fuentes de información, es fácil caer en las imágenes estereotipadas de las narcoseries: drogas, violencia, corrupción y un estado débil. Las estrategias de promoción de México durante los sexenios anteriores fueron ineficientes porque los estereotipos negativos parecían cumplirse sistemáticamente.
Ningún gobierno tiene la capacidad de dictar la imagen de su país en el exterior. Estados Unidos —el país más poderoso del mundo, sede de Hollywood y de los medios de comunicación más influyentes— no puede controlar el daño que el gobierno en turno ha hecho a su reputación internacional.
Las imágenes de los países son fugaces. Tras enormes logros sociales, Brasil apostó por atraer reflectores y gran visibilidad internacionales que sacaron a la luz enormes carencias. Su reciente vuelco a la derecha lo ha aislado de importantes espacios.
La imagen de México en el exterior es forjada por muchos factores: desde el imaginario colectivo creado por estereotipos históricos; noticias y cobertura de medios internacionales; nuestra enorme y compleja diáspora; las estrellas en el cine, deportes, literatura o gastronomía; o las historias de las millones de personas que viajan a México cada año, entre muchos otros elementos. Entre ellas, el accionar del gobierno es un elemento más —uno muy importante.
A los países se les juzga por lo que hacen, no por lo que dicen ser. La imagen histórica del gobierno de México está forjada por ideas de corrupción. La 4T será dueña de sus políticas: el cambio de régimen por la vía democrática, la esperanza que genera entre millones de personas, el combate contra la corrupción o su compromiso social podrían fijar una narrativa internacional muy atractiva que contrarreste las narcoseries.
Luis Mingo. Internacionalista por la UIA con posgrados
en LSE y Fudan University. En Cancillería trabajé en la Subsecretaría
para Asuntos Multilaterales y Derechos Humanos,
la Dirección General de Comunicación Social
y el Consulado de México en Seattle.
@Luis_Mingo_