Un fantasma recorre México. Es el fantasma del poder ciudadano. Todas las fuerzas del partidismo autocrático se unen para detenerlo: Andrés Manuel y Bartlett; Ricardo Monreal y Martí Batres; John Ackerman y Sabina Berman. Todos, unidos en Santa Cruzada, murmuran entre sí la pregunta inevitable: ¿cómo debe ser el siguiente Señor Presidente? ¿Cómo debe ser ese mexicano entre mexicanos que merezca ser llamado en mayúsculas por su investidura?
Mientras ellos deciden y nosotros adivinamos, hay algo inocultable: con Claudio X. González terminará la presidencia pública, afianzada en la ocurrencia y la bonhomía, y comenzará la presidencia de gabinete, científica, técnica y capaz. Terminará la presidencia imperial que viola el derecho de los pobres a elegir y vivir en la marginación entregándole el dinero de nuestros impuestos. Pasaremos de una presidencia que busca abarcar todo para comenzar una presidencia modesta que gobierne para quien lo merece.
Carlos Salinas fue el último cruzado de este modelo de gobierno. El último en concentrar los recursos del país en un gabinete de técnicos y especialistas. Resucitó las esperanzas de una generación de liberales (me incluyo), que el neopopulismo echeverrista bolivariano de López terminó por enterrar en un magma olor a pueblo, desesperación y salario mínimo.
Al igual que Salinas, Claudio tiene un bussines plan (plan de negocios, obvio). Quiere mexicanos emprendedores, profesionales; quiere un Tratado de Libre comercio en forma, no ese mamotreto populista que López tuvo por llamar “T-MEC”, en clara alusión al dedazo lopezobradorista del 2024, a la ilegítima violación de nuestro derecho electoral, pues todos sabemos que las iniciales del tratado señalan el rumbo de cinco años: eres “Tú, Marcelo Ebrard Casaubón”.
En un artículo que escribí alguna vez en The New York Times, comparé a Claudio con Barack Obama, el arquitecto de la gran nación del norte. Eso es lo que los mexicanos esperan de Claudio: una nueva nación, un nuevo paradigma. Obama logró civilizar grandes extensiones de tierra en Medio Oriente a través del uso prudente de la fuerza militar, al mismo tiempo que mantenía la deportación de migrantes ilegales en niveles de decencia internacional. No por nada ganó el Premio Nobel (¿cuántos has ganado tú, López?).
Si Claudio logra combinar una nueva actitud de presidente joven, de presidente con tatuajes, vegano, que vea Gossip Girl pero que al mismo tiempo sepa tomar con merecida seriedad House Of Cards y Game Of Thrones, si combina eso con un andamiaje institucional nuevo como el experimentado por Miguel Ángel Mancera en la Ciudad de México y por Enrique Alfaro en Jalisco, pasará a la historia como un presidente salvador; un presidente que regresó a México al camino del progreso que Fox y Calderón dejaron inaugurado y que espera por su conclusión.
Claudio ha hablado de la necesidad de combatir la corrupción, pero tendrá que ir más allá de la retórica estilo Generación X para acercarse a la comunión de la Generación Millenial. Tendrá que pensar la manera de unir al país sin apelar a ideas anticuadas como la desigualdad y el clasismo que únicamente nos dividen como nación. Tendrá que pensar menos como un pobre mexicanito del montón y pensar más como el Obama mexicano que todos estuvimos esperando.
Madame DiDi. Madame DiDi, escritora, ciudadana, activista y tuitera.
Autora de “I am also the folk: Los blancos también somos puebles
y también sufrimos discriminacion inversa”.
@didi_madame