Uno de los cambios más importantes de la cuarta transformación es la transición de un régimen neoliberal a uno llamado posneoliberal. ¿Qué significa esto?
Para empezar, el neoliberalismo es ya una nueva versión del liberalismo clásico que, en general, defendía al libre albedrío como principal criterio de acción política y social. Del libre albedrío, pensadores como John Locke derivaron tres derechos mal llamados “naturales”: vida, libertad y propiedad privada. Esto, llevado a la economía, suponía un régimen en el que lo mejor que podía hacerse era dejar-hacer a las personas para que las necesidades y las posibilidades de producción equilibraran la vida económica de la manera más eficiente posible; sin intermediarios pretendidamente torpes con la información, como el Estado.
El liberalismo fracasó porque su modelo ignoraba las relaciones de poder que surgían de las condiciones materiales ya existentes en las sociedades. Las personas no acuden al mercado en pie de igualdad: hay quienes ya tienen capital, y esto determina que puedan tener medios de producción (y acumularlos). Quienes no tienen capital sólo pueden ofrecer su fuerza de trabajo; y suele pagárseles lo necesario para su subsistencia y quizá algo más, pero nunca lo suficiente como para acumular su propio capital y competir. Estas fallas originaron el surgimiento de pensamientos más colectivistas que apuntaban, con razón, a la necesidad de cubrir socialmente un mínimo de necesidades materiales para poder hablar de una auténtica libertad.
El neoliberalismo es la reacción en contra de estas posturas colectivistas. Como buena reacción es un intento melancólico, pero muy efectivo, por recuperar y mejorar un pasado liberal siempre-mejor.
Sin embargo, no son lo mismo. Conforme a Fernando Escalante1, este nuevo liberalismo se distingue del original por tres puntos:
Un nuevo papel para el Estado. Se desecha la noción de espontaneidad del mercado para reconocer que éste debe ser creado, apuntalado, defendido(…) por el Estado2. Y por tanto se busca su fortalecimiento estratégico más que su restricción. Ya no personas solas, sino personas compitiendo mediante un Estado que regula.
La superioridad del mercado. El neoliberalismo no considera al mercado sólo como una herramienta para procesar información. Junto con la competencia que le es inherente, es la única posibilidad real (…) y por eso ofrece la única solución eficiente para los problemas económicos3. Esta superioridad se proyecta en lo moral: el mercado es el único mecanismo que garantiza la muy mentada libertad.
La superioridad de lo privado sobre lo público. Lo público es casi por definición propenso a la corrupción, (…) algo inevitablemente político, engañoso, turbio. Y por eso ha de preferirse siempre que sea posible una solución privada4.
¿A qué nos referimos entonces cuando hablamos de posneoliberalismo? Lo iré desarrollando en otras columnas. Por ahora diré, con la brocha gorda, que se trata de un anhelo político que se sitúa después de todas o algunas de estas tres características. En mi opinión, la mejor versión de la cuarta transformación es la de un régimen que recupera otras herramientas económicas distintas al mercado (sin renegar de él) y reivindica a lo público como fuente de bienestar popular. Esto último debería ser, probablemente, el objetivo más importante: la fundación de un auténtico Estado Popular.
1 Fernando Escalante. (2015). Historia Mínima del Neoliberalismo. Ciudad de México: El Colegio de México.
4 Ídem, página 22.
Mercurio Cadena. Abogado administrativista
especializado en administración de proyectos públicos.
Twitter: @hache_g