Hace tiempo que desde ciertos espacios se ha recurrido a una discursiva sobre el poder que se ha encargado de ligarlo a valores casi demoniacos. Ante una herencia neoliberal este tipo de visión no resulta extraño, pues durante muchos años se nos demostró que, en las manos de unos cuantos, el poder resultaba represor, antidemocrático, y que no velaba por los intereses de los más desprotegidos ni de las mayorías.
Durante muchos años vivimos ante un grupo de mafiosos del poder que se sentían dueños del país, quienes usaron el poder político y el económico para lucrar personalmente y en favor de unos cuantos, dejando a la gente de lado y generando grandes agravios al país.
Es relevante recordar esa historia y no olvidar lo que por muchos años mermó la vida publica del país. Ahora nos encontramos ante un fenómeno y un uso diferente del poder. Con un proyecto político que fue votado con amplia mayoría y de manera democrática, existe una voluntad popular que busca que el poder sea devuelto al pueblo.
Hay un gran esfuerzo por cambiar la tendencia neoliberal y resignificar tanto el papel del Estado como el de lo que el poder político conlleva. Que el poder se devuelva a la gente, al pueblo, y sirva a los intereses de la mayoría es una cuestión revolucionaria que cambia el sentido del mismo.
Resulta curioso, por no decir sospechoso, que ante este cambio radical de quien ostenta el poder, surjan quienes siguen asegurando que lo peor de nuestra vida pública es el poder en sí mismo, sólo por su existencia; y no el poder cuando está en las manos de las personas equivocadas, en manos de unos cuantos. Y ahora que el poder de la gente resulta tener la mayor relevancia en la vida pública, esta satanización y su combate fabrican una concepción errónea de la importancia de la construcción del poder para la gente.
En este sentido, es relevante que se recupere el sentido democratizador que tiene el poder político. Al final del día, la frase de Andrés Manuel sobre ponerlo al servicios de los demás como lo único que le da sentido y lo vuelve virtuoso, es una de las reivindicaciones sobre lo relevante de aplicarlo en la vida pública y sobre la importancia que tendrá para la transformación de nuestro país.
Hay que desarrollar el contexto cuando hablamos de poder y dejar de lado la concepción de que subsiste una maldad innata en el poder, derivada sólo de su mera existencia. La batalla no está en combatir a cualquiera que tenga poder, sino a quienes lo tengan y hagan mal uso de él.
Sofía Lameiro. Licenciada en Ciencias Políticas y Gestión Pública
por la Universidad de Guadalajara, militante de Morena,
participó en la organización de la estructura de defensa del voto,
colaboró en la Red por la Paridad y la Igualdad en el estado de Jalisco
y ahora es Servidora de la Nación en Guadalajara, Jalisco.
@sofianosabia