¿Importa que AMLO vaya a la as

¿Importa que AMLO vaya a la asamblea de la ONU?

Uno de los argumentos más recurrentes que escuché para evitar la venta del avión presidencial era: “Imagínate que el presidente tiene una cita en la Organización de las Naciones Unidas y se retrasa su vuelo. ¿Qué va a pasar? ¿Va a dejar esperando a mandatarios de otros países?” Ese imaginario, al menos en el primer año de gobierno, pasó a segundo término porque el presidente no va a ir al Segmento de Alto Nivel de la ONU, el espacio anual en el que jefas y jefes de Estado se reúnen en Nueva York para exponer sus visiones nacionales e intervenir en debates internacionales.

La pregunta es: ¿importa que vaya el presidente a la asamblea general de la ONU? Sí y no.

Sí importa porque, como he argumentado anteriormente, el volantazo a la derecha en varios países de América Latina deja un vacío de poder para la izquierda en el continente. La asamblea es el escenario global y democrático por excelencia en el cual el presidente podría explicar qué es la 4T y cuál es el plan para su sexenio. Además, hay espacios para reuniones bilaterales con jefas o jefes de Estado (aunque sean en formato «cita rápida»), con quienes puede sostener conversaciones útiles para México. Finalmente, quienes abogamos por una mayor internacionalización de México queremos ver a un presidente más involucrado.

En aspectos más mundanos, la presencia y el discurso sirven como compás para las misiones de México ante la ONU en los temas más importantes de la agenda multilateral. Para un país tan activo como el nuestro, la participación de un presidente da visibilidad al gran trabajo que se hace, además de que establece una hoja de ruta. La presencia del presidente en una reunión temática (por ejemplo, la lucha contra el cambio climático o el desarme nuclear) realza la posición de México.

Por otro lado, no importa que el presidente no vaya. Los mensajes que emiten los jefes de misión (es decir, las personas de más alto rango de la delegación) suelen estar enfocados para audiencias locales y únicamente para usar la ONU como un escenario que proyecte su legitimidad a nivel internacional. El presidente López Obrador no necesita eso; no va de acuerdo con su mensaje político de cercanía a la gente.

Por otra parte, excepto unos cuantos discursos (por ejemplo, la intervención del presidente Trump), la mayoría de las intervenciones pasa desapercibida para las audiencias globales. Recordemos que la política exterior no juega un papel central en el debate mexicano, excepto cuando se desata una crisis. Para un presidente que está convencido del ejercicio democrático de interactuar y debatir prácticamente diario con la prensa, difícilmente encontraríamos nuevos elementos discursivos.

Detrás de cámaras, muchas de las delegaciones se retiran después de que su jefe o jefa de misión termina la intervención y los discursos son dados ante una asamblea general casi vacía. Es tan simple como la economía del tiempo: casi 200 discursos en unos cuantos días agotan incluso al estudiante de relaciones internacionales más entusiasta.

Luis Mingo. Internacionalista por la UIA con posgrados en LSE y Fudan University. En cancillería trabajé en la Subsecretaría para Asuntos Multilaterales y Derechos Humanos, la Dirección General de Comunicación Social y el Consulado de México en Seattle.

@Luis_Mingo_

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