Dice Leonardo Boff que el capitalismo no sólo quiere dominar la naturaleza, sino arrancar todo de ella, depredarla.
Este 20 de septiembre, durante la huelga mundial por el clima impulsada por la iniciativa #FridaysForFuture, las calles de México vieron marchar a miles de personas de todas las edades preocupadas por frenar el recrudecimiento del cambio climático y sus efectos.
La acción, impulsada por la joven sueca Greta Thunberg (y otros detrás de ella), aboga entre otras cosas por que los Estados declaren una emergencia climática, reduzcan sus emisiones de gases de efecto invernadero, se apeguen a tratados internacionales en materia ambiental e impongan una «cuota de responsabilidad» a las empresas.
En un contexto tan adverso y francamente catastrófico, con seguridad se trata de exigencias que resultan incómodas para buena parte de los dueños del poder y del dinero del mundo y que, de cumplirse, podrían garantizar un respiro para nuestra generación y las venideras.
Pero los jóvenes no sólo queremos eso, queremos más. Hay luchas por la vida con planteamientos verdaderamente radicales que son ruta y enseñanza.
Existen, por ejemplo, esfuerzos comunitarios —tanto en espacios rurales como urbanos— para la construcción de formas alternativas de producción y consumo distintas por supuesto de la industrial, que buscan un control democrático de los bienes naturales, priorizan el valor de uso, abogan por la economía circular y que no están fundamentados en el intercambio monetario. El de los compañeros zapatistas es un ejemplo.
Están también las tantas luchas contra el extractivismo, la privatización de nuestros bienes naturales, el despojo de comunidades enteras —guardianes históricos de la naturaleza—, la contaminación y extinción de nuestros alimentos, la protección de nuestras especies contra el exilio y la muerte, la lucha contra prácticas de muerte como el frácking… En general: la lucha por la no imposición de la lógica del capital, aunque se disfrace de verde.
La intensidad de estas luchas no ha cambiado con la llegada de Morena al poder. De hecho, surgen nuevas consignas, consignas claras: no al Tren Maya, no al Corredor Transístmico, no a la refinería de Dos Bocas, no al Proyecto Integral Morelos; justicia para los defensores del medio ambiente asesinados y alto al hostigamiento de quienes luchan por la naturaleza; no al frácking.
Pero lo que se ha obtenido por respuesta es omisión y agresión: el asesinato de Samir, la imposición de consultas para respaldar los megaproyectos estrella de López Obrador, el silencio e impunidad ante las agresiones a los defensores del medio ambiente, la asignación de presupuesto para frácking, la reducción de recursos a la Secretaría de Medio Ambiente, la continuación de proyectos que, ya se ha dicho, son inviables ambientalmente…
¿Qué se hace ante un Estado que atenta contra la sostenibilidad de la vida? ¿Ante las corporaciones naturalmente depredadoras? ¿Pedirles, por favor —porque, eso sí, todos estamos en juego— que dejen de priorizar su dinero y poder sobre la vida?
Que esta llamada semana por la justicia climática nos sirva para reflexionar sobre ello.
Paola Ramos. Chiapaneca. Egresada de comunicación y periodismo por la UNAM. Forma parte del Campamento Nacional de la Juventud Antifascista y Antiimperialista y de la 17a Escuela para Jóvenes Defensores de Derechos Humanos.
Ha colaborado en SinEmbargo.mx, Reforma, El Big Data y Cencos.
@paooramoos
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