Por: Fernando Chacón.
En paralelo a la convocatoria del primer año del Gobierno de López Obrador de este domingo, un grupo de personas, denominado los “Chalecos Amarillos” (una mala copia de los franceses), han convocado a una Gran Marcha Nacional para exigir el respeto a la ley y a los derechos , aduciendo “que todas las voces se unan en una sola para exigir al gobierno que termine esta ola de violencia y corrupción”, según manifiestan.
Escuchando el sonido de la ola, el ex-presidente Vicente Fox, y sus aliados alistan sus tablas azules, para sumarse de igual forma a la contramarcha de este domingo, en perjuicio del Gobierno del Presidente con mayor legitimidad y bono democrático de este siglo, pero ¿cuál es su principal bandera?
La premisa discursiva sobre la que se ha montado la oposición, se basa en el número de homicidios cometidos hasta la fecha, (30 mil), haciendo un corte de caja a partir de esta administración.
Sin embargo, es una narrativa envenenada, que tiene su correlato en el devenir histórico de una descomposición social que ellos mismos generaron desde hace 30 años a partir del recetario del neoliberalismo más exacerbado con políticas de seguridad punitivas (Guerra de Calderón) que produjeron una violencia intergeneracional de niños, niñas y adolescentes huérfanos, dado que asesinaron a sus padres en contextos de violencia y precariedad.
Los cárteles llenaron sus filas de aquellos infantes que ahora son adultos e hicieron del crimen su oficio, por la brecha de desigualdad existente, pero también por un rencor dirigido al Estado por su abandono y alejamiento sobre la atención a las víctimas de crímenes atroces, dando paso a la normalización de la violencia y el deseo de consumo de objetos que no podrían ser comprados si se sumieran a su condición de clase originaria bajo el entendido de que el elevador del edificio social ha estado averiado por décadas sin dejar lugar a subir.
Al respecto, en 2012 en el marco de la epoca más decatente del calderonismo, la filosofa Sayak Valencia utilizaba en su ensayo “Capitalismo Gore y Necropolítica en el México Contemporáneo” la figura del ‘Sujeto endriago’ que retoma de la literatura medieval, específicamente del libro Amadís de Gaula.
El endriago, —se apunta en el ensayo—; “es un monstruo, cruce de hombre, hidra y dragón. Se caracteriza también por una gran estatura, ligereza de movimientos y condición bestial. El endriago representa también la construcción del Otro, el abyecto que por diferente debe ser sometido o erradicado dentro de las narrativas justificativas de la colonización de América”.
La doctora Sayak maneja dicha figura como modelo explicativo para ilustrar “cómo la gestión de la violencia desde los medios autorizados para ello (el Estado) y los desautorizados; es decir, los Otros hacen de la violencia una herramienta para alcanzar sus fines”.
A estos Otros, en la taxonomía de Sayak Valencia les denomina sujetos endriagos y se caracterizan por “combinar la lógica de la carencia (círculos de pobreza tradicional, fracaso e insatisfacción), la lógica del exceso (deseo de hiperconsumo), la lógica de la frustración y la lógica de la heroificación (promovida por los medios de comunicación de masas) con pulsiones de odio y estrategias utilitarias. Resultando anómalos y transgresores frente a la lógica humanista”1.
Ante este panorama, a seis años de ese ensayo, me atrevo a decir que los sujetos endriagos son hijos de ese neoliberalismo que ha roto por completo a la sociedad mexicana y así como se heredan fortunas en lo individual, también se hereda en lo colectivo una violencia estructural en un momento político clave donde la rearticulación del tejido social se da a través de reformas, acciones de rescate a los más humildes y el quiebre de pactos que existían en las cloacas del poder, que nos colocan en un clivaje gramsciano “donde lo viejo no se termina de ir y lo nuevo no termina de llegar”.
La derecha mexicana quiere salir a la calle a protestar por la violencia que ellos mismos parieron, donde el éxtasis en las caras de Mariana Gómez del Campo y Marko Cortés se hacía evidente al invocar al desorden que se vive no desde el lamento, sino desde el oportunismo de utilizarlo para conglomerar ante la falta de una agenda propositiva y sin asumir su responsabilidad histórica y política.
Muestra de ello es que apelan a la intervención estadounidense, al combate frontal contra las drogas a pesar de su rotundo fracaso y, en contraste, la política integral del obradorismo, de justicia transicional, de reducción de la pobreza y combate a la corrupción desde la Unidad de Inteligencia Financiera con Santiago Nieto es una estrategia de larga data que no dará frutos en un año y menos con los apaciguamientos de ese viejo régimen que descarriló el sistema político y que hoy, poco a poco, se está intentando restaurar.
Por eso resultan claves los programas como Jóvenes Construyendo el Futuro, que tienen el objetivo de hacer llegar el Estado a toda esa juventud que se quedó en la periferia y a donde el gobierno no llegaba más que para aplicar represión y violencia, empujándolos a los umbrales de la criminalidad, sin oportunidades y con el estigma de verlos como entes desechables con la mirada peyorativa, de quienes antes gobernaban y hoy salen con la capa de justicieros.
No tener servicios públicos, es violencia, no tener casa, es violencia, no tener una beca para estudiar, es violencia y dependerá del funcionamiento del Plan Nacional de Desarrollo el futuro del país.
Aquí, cabe aclarar, no estamos en contra de la manifestación de la derecha, compuesta por aquellas clases altas que antes nos miraban con desprecio y no nos bajaban de mugrosos; es una buena señal de salud democrática ver que por fin bajen a las calles a reivindicar su solidaridad de clase cuando no salían de la costumbre que les marcaba gestionar todo desde los despachos del poder.
Mientras la derecha marcha contra los monstruos que creó, el Presidente se preocupa por hacer alquimia y transformar los escombros en una nueva nación que esté a la altura de los retos que enfrenta México y su pueblo.
Es por ello que el pueblo de México debe acompañar los retos que están llenos de senderos complicados, las contradicciones propias del camino para avanzar hacia el horizonte de alcanzar el cambio que por la vía democrática eligió.
Es tiempo que la derecha reconozca su derrota histórica en virtud de que México no está para retrotraerse a ese pasado en donde reinaba la larga noche neoliberal. Porque, muy por el contrario, está para transformar y profundizar el constructo del ser nacional-popular recuperando el humanismo como eje del quehacer político actual. Avancemos.
1 Sayak Valencia. (febrero de 2012). Capitalismo Gore y necropolítica en méxico contemporáneo. Relaciones Internacionales, núm. 19, 20.
Fernando Chacón. Asesor parlamentario en el Senado de la República, analista político y demócrata radical.
@felixfernandoch