Primera vez en una fila como rasgo de clase

A un día del inicio de la campaña de vacunación para las personas de la tercera edad, salió a relucir el clasismo de muchos y la poca autocrítica de otros. Y es que no estar acostumbrados a hacer fila para acceder a servicios públicos de salud sí es una experiencia que sólo unas cuantas personas -posiblemente acomodadas y seguramente las más ricas del país- tienen el privilegio de conocer.

Como era de esperarse, el primer día de esta semana las filas fueron inmensas porque somos humanos, con miedo a la incertidumbre y queremos que nuestros abues ya estén protegidos contra covid-19. El gobierno de la Ciudad de México solicitó a quienes se vacunarán, acudir en orden alfabético y aseguró que alcanzarán las dosis para todo el mundo. Sin embargo, se aglomeró mucha gente desde temprano, lo que generó filas inmensas. 

Unas cuantas personas en la república de tuiter decidieron subir una crónica y unas cuantas quejas de su vivencia en la fila para ser vacunados. Es divertidísimo que no notan que «la experiencia» no se distingue mucho de todo lo que hemos pasado quienes hemos acudido al IMSS, ISSSTE y algunas alternativas de salud muy económicas. 

La indignación por tener que esperar bajo el sol, por las confusiones en las órdenes de los funcionarios, por esperar en una banqueta «demasiado pequeña» dan cuenta de dos cosas: pueden pagarle a alguien para que les haga sus trámites legales, tienen la posibilidad de financiarse servicios de salud privados y por lo tanto no necesitan pasar por las instituciones públicas de salud de inmensa y a veces torpe burocracia. Entonces, aunque no lo parece, no estar acostumbrado a hacer fila sí es un rasgo de clase.

La organización de la campaña de vacunación permite que todas las personas de la tercera edad sin distinción de clase puedan acceder a la vacuna en condiciones muy similares. Y eso es necesario para la autocrítica y también para la disputa política de servicios de salud más dignos e igualitarios. 

Y sólo a manera de reflexión, me llamó la atención que una de las crónicas informó que las mujeres llevan sombrilla para cubrirse del sol; lo cual da pistas de que el paso por la salud pública distingue de clases y entre géneros.  Y este dato me parece que tiene dos posibles razones de ser: porque el trabajo de cuidados sigue siendo de las mujeres y esos «tips de supervivencia» los han adquirido primordialmente ellas en consecuencia y porque la masculinidad hegemónica pone «la hombría para aguantar el sol» por encima de la comodidad.

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