El alcalde de Uruapan, Carlos Manzo Rodríguez, falleció la noche del sábado 1 de noviembre tras ser atacado a balazos mientras participaba en el tradicional Festival de Velas en la plaza principal de la ciudad. Fuentes oficiales informaron que Manzo fue trasladado al Hospital Fray Juan de San Miguel, donde perdió la vida, al parecer, por seis impactos de bala. En el hecho también resultó una persona lesionada; dos presuntos agresores fueron detenidos y uno más perdió la vida tras ser abatido por escoltas.
Los reportes señalan que el presidente municipal había inaugurado el encendido de velas y, luego de retirarse brevemente, regresó para tomarse fotos con niños que participaban en las celebraciones cuando fue atacado. Testigos relataron escenas de pánico en la Pérgola Municipal, mientras las fuerzas estatales y municipales montaban un operativo para asegurar la zona y detener a los implicados. Por medio de su cuenta de X, el Gabinete de Seguridad confirmó el deceso y las detenciones, y aseguró que las autoridades mantendrán patrullajes de supervisión para garantizar la seguridad de la población.
Derivado de una agresión ocurrida esta tarde en el centro de Uruapan, Michoacán, donde lamentablemente perdió la vida el presidente municipal Carlos Manzo, fueron detenidas dos personas involucradas en los hechos y uno de los agresores perdió la vida.
Las autoridades del…
— Gabinete de Seguridad de México (@GabSeguridadMX) November 2, 2025
Manzo, conocido popularmente como “El del Sombrero”, ganó la alcaldía de Uruapan en 2024 como candidato independiente. Antes de asumir la presidencia municipal se desempeñó como diputado federal (2021‑2024) y fue auditor en el IMSS en Michoacán (2017‑2018). Durante su gestión se caracterizó por una postura pública de enfrentamiento al crimen organizado: impulsó recompensas para la policía, activó códigos rojos tras detenciones de presuntos delincuentes y realizó declaraciones contundentes contra grupos criminales, postura que le ganó tanto apoyos como advertencias de riesgo.
En los meses previos al atentado, Manzo había denunciado amenazas directas contra su vida. Además, en junio ofreció incentivos económicos —hasta un millón de pesos— para policías que lograran decomisos, como parte de su estrategia de presión contra organizaciones delictivas. Pese a las medidas de seguridad, el edil portaba chaleco antibalas y había hecho pública su preocupación por la escalada de violencia en la región.
La violencia en Uruapan y en varias zonas de Michoacán es compleja: autoridades han identificado la presencia y actividad de grupos como el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), Los Caballeros Templarios, Los Viagras, Pueblos Unidos y Los Blancos de Troya, entre otros. El propio municipio ha sido escenario de ataques y represalias; hace un año, el periodista Mauricio Cruz Solís fue asesinado en la misma plaza minutos después de entrevistar a Manzo, un antecedente que remarca la gravedad del episodio reciente.
Tras el ataque, autoridades estatales y federales se movilizaron: el secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, así como el titular de la Sedena, han intensificado coordinaciones en la región en las últimas semanas —ya antes de este hecho— ante una cadena de agresiones contra líderes sociales y productivos. El Gabinete de Seguridad señaló que el crimen “no quedará impune” y prometió llevar a los responsables ante la justicia, mientras que la Fiscalía local abrirá carpetas de investigación por homicidio y ataques contra la paz pública.
El asesinato de Manzo reactiva el debate sobre la seguridad municipal y la protección de servidores públicos que confrontan a grupos delictivos desde posiciones locales. Su estilo de gobierno, marcado por la confrontación y propuestas de mano dura, lo colocó en el centro de la atención pública y en la mira de sus críticos y, según él mismo advirtió, de quienes lo amenazaban.
