Tras el asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, ocurrido el pasado 1 de noviembre, las autoridades continúan indagando las motivaciones detrás del crimen. Aunque la investigación avanza con reserva, fuentes cercanas han señalado que el presunto agresor podría tener una fuerte afinidad por los llamados “corridos bélicos” o narcocorridos, un subgénero musical asociado con la cultura del crimen organizado.

De acuerdo con versiones extraoficiales, durante la revisión del teléfono móvil del sospechoso se habrían encontrado listas de reproducción con música que glorifica la violencia y las figuras del narcotráfico. Entre los temas estarían canciones populares en plataformas digitales y redes sociales, interpretadas por artistas del género bélico que suelen exaltar el poder, las armas y el dinero fácil.

Aunque estas informaciones no han sido confirmadas oficialmente, la posible relación entre los gustos musicales del agresor y su conducta violenta ha abierto el debate sobre la influencia cultural de los corridos bélicos en la juventud mexicana, especialmente en contextos marcados por la violencia y la falta de oportunidades.

Expertos en sociología y criminología advierten que, si bien la música no es una causa directa de la violencia, sí puede reforzar narrativas de poder y normalización del delito, especialmente cuando los jóvenes carecen de referentes sociales positivos

Por ahora, la Fiscalía de Michoacán no ha emitido una postura sobre este aspecto de la investigación. Sin embargo, el caso de Carlos Manzo podría convertirse en un nuevo ejemplo de cómo la cultura popular y la violencia del crimen organizado se entrelazan en un país donde la música, la política y el poder se cruzan cada vez con mayor frecuencia.