Con las recientes declaraciones de Marko Cortés, se confirma lo que desde hace mucho tiempo se venía comentando en este espacio; el PAN está derrotado y sin camino o proyecto claro producto de las contundentes derrotas propinadas por Morena en las elecciones del 2018 y 2021. De 6 gubernaturas a disputarse el próximo año, el partido de derecha mexicano solo será competitivo en Aguascalientes. De poco o nada le servirá sostener la alianza con el PRI y el PRD sino todo lo contrario, ello pudiera desembocar en su total acabose.
A comienzos de siglo, Acción Nacional hizo a un lado lo que quedaba de sus principios para dar paso en su interior a una élite partidista cuya única finalidad fue la de impulsar una agenda pro empresarial y antidemocrática que buscaba mantener las prebendas del poder. A lo largo de los años, atestiguamos el encumbramiento de diversas figuras nocivas para nuestra democracia y para nuestra vida política nacional.
Una de estas figuras es ni más ni menos que Manuel Espino Barrientos. Dirigente del PAN de 2005 a 2007, fue uno de los artífices del fraude electoral contra López Obrador en el 2006. A pesar de ser un personaje de ultra derecha y miembro del yunque, la coyuntura de 2018 hizo que el Presidente Obrador optará por sumarlo y formar parte de la Cuarta Transformación. Hoy en día, y con miras al 2022, Espino pretende ser el candidato de Morena para el Gobierno de Durango.
Resulta lamentable ver a un arribista como Manuel Espino ser considerado para tal encargo. ¿Qué necesidad tiene Morena de recurrir a estas figuras? ¿Por qué permitir que un personaje de ultra derecha utilice la popularidad del Presidente para satisfacer sus aspiraciones de poder? Si algo nos han enseñado los últimos 4 años con personajes como Muñoz Ledo, Germán Martínez y Lily Téllez, es que estos serán capaces de disimular su adhesión a la Cuarta Transformación con el único objetivo de obtener cargos de elección popular para su beneficio propio.
Considero un grave error que un personaje impresentable y de turbio pasado como Manuel Espino pueda siquiera aspirar a la candidatura de dicha gubernatura. Una vez más, se desoye a la militancia partidista y se impone el pragmatismo político por encima de los verdaderos intereses de la ciudadanía. Manuel Espino, como muchos otros, no tiene más proyecto que la búsqueda del poder por el poder.
El 2022 puede ser para Morena la consolidación del proyecto del Presidente López Obrador al sumar 5 o 6 nuevos gobiernos, sin embargo, no se trata de ganar por ganar. Es necesario que se escuchen a las bases partidistas y se impongan en las candidaturas los perfiles más adecuados y comprometidos con las causas de la Cuarta Transformación. Dado el panorama electoral del próximo año, Morena deberá estar a la altura de las circunstancias e impulsar candidatos comprometidos con visión obradorista para sentar las bases de un México mejor.
La militancia morenista, así como los simpatizantes del Presidente necesitan enriquecer el debate al interior del movimiento para poder dar paso al surgimiento de proyectos locales que resulten beneficiosos para toda la ciudadanía. En la base del movimiento recaerá la responsabilidad de evitar que la actual lucha al interior de Morena derive en la imposición del pragmatismo electorero. El 2022 es la oportunidad de movilizar las bases e impulsar la visión del Presidente, así como de trabajar en los pendientes del gobierno federal.