El pasado 9 de julio el Movimiento de Regeneración Nacional cumplió 7 años como partido político nacional. Fue un proceso complicado pues la mafia del poder puso la vara muy alta para registrar nuevos partidos con la clara intención de evitar que obtuviéramos el registro, aun así logramos hacer 30 asambleas estatales de mínimo 3000 personas en todo el país.
Pero la historia y los orígenes de Morena no empiezan el 9 de julio de 2014, ni si quiera el 2 de octubre de 2011 cuando se dio a conocer la idea del movimiento; las raíces son profundas y se remontan en una primera instancia a la lucha contra el Desafuero de Obrador en 2004 y la lucha contra el Fraude electoral de 2006, pero nuestro movimiento está nutrido de las luchas históricas por la democracia, la justicia y la igualdad de los maestros, ferrocarrileros, campesinos, obreros y estudiantes; cientos de militantes del movimiento estudiantil de 1968 ayudaron y ayudan en la construcción del movimiento, al igual los que lucharon por la democracia desde el PRD y contra el fraude de 1988.
El crecimiento electoral de Morena es brutal, gana su primera elección por la presidencia de México, al igual que ambas cámaras del poder legislativo y por primera vez en mucho tiempo, en la elección intermedia mantiene mayoría en el congreso y gana 11 estados de 15 en disputa. Aun así, la popularidad del partido es menor a la de su dirigente Andrés Manuel López Obrador; no podemos dejar que los buenos resultados electorales nos lleven a no ver grandes retos a los que se enfrenta nuestro partido:
- Sectarismo y pragmatismo. Morena tiene una gran disyuntiva, seguir creciendo como fuerza transformadora sin perder los principios, y es que por un lado pareciera que a muchos compañeros no les ha quedado claro que ya no somos aquella organización de 10 o 12 personas que se reunían una vez por semana a teorizar; hoy las tareas del movimiento son muchas y requieren de muchas manos, se necesitan cuadros políticos y técnicos.
Por otro lado, el triunfo aplastante de 2018 hubiera sido imposible sin la suma de millones de voluntades, no solo de miembros fundadores de Morena, incluso mucha gente que no se identifica con la izquierda votaron por el proyecto de Trasformación y ayudaron al triunfo.
No podemos excluir a una gran cantidad de personas que ayudaron a la construcción del movimiento, así como tampoco podemos ser ingenuos y no reconocer que hay personas que se subieron al barco de la Transformación para tratar de repetir las prácticas nefastas de enriquecimiento a cosa del erario y la corrupción. De ahí el gran reto del partido de no caer en sectarismos absurdos y reforzar los procesos de formación política para generar la cantidad de cuadros comprometidos con el proyecto, necesarios para llevar a cabo la Transformación.
- Reactivar al Partido. Por primera vez en mucho tiempo, el Presidente de la República no se mete en los asuntos del partido, mucho menos el Gobierno Federal opera elecciones, a diferencia de lo que hacen la mayor parte de los gobernadores de la oposición, como el grotesco caso de Coahuila donde Riquelme se asumió el coordinador supremo de las campañas del PRI. Eso y la gran cantidad de cuadros valiosos que se fueron al gobierno federal ha dejado un problema de operatividad en el partido que tenemos que resolver.
Las disputas internas, casi siempre motivadas por problemas un poco absurdos, han paralizado al partido, lo que ha impedido realizar la renovación de órganos, y lo más importante, ha impedido el trabajo organizativo y territorial para que los comités de base sean una realidad. Necesitamos ser un partido en el que los militantes puedan dedicar más tiempo a labores de formación política, a desmentir noticias falsas en su comunidad, a apoyar la formación de cooperativas o cajas de ahorro, que a los interminables conflictos internos.
- Solo el Pueblo puede salvar al Pueblo. El Presidente Andrés Manuel López Obrador es un demócrata, en 2024 terminará con su encargo, se viene el proceso de sucesión y el movimiento no tiene derecho a fallar. La Transformación no depende de un solo hombre ni de una dirigencia, si queremos que el proceso de cambio sea duradero y profundo es el Pueblo el que tiene que empoderarse y no volver a elegir a corruptos y oligarcas.
Es por eso que le definición de quien encabece al movimiento en 2024 es, hasta cierto punto, un poco intrascendente, pues lo realmente importante es la maduración política del Pueblo, que sea inmune a la manipulación mediática y que esté cada vez más y mejor organizado; así se garantiza que nunca más tengamos a un oligarca en la presidencia, ni a un corrupto.