En unos días, más se conmemora en todo el mundo el Día Internacional de la Mujer. Una fecha que la ONU estimó resaltar ante la necesidad de obligarnos a reflexionar, reaccionar y cambiar sobre el enfoque de género, pero ‒en particular‒ evidenciar las relaciones injustas establecidas entre hombres y mujeres desde antes de nacer. Un ejemplo son las apuestas y deseos evidentes de que el primer vástago sea un varón para darle rienda suelta a sueños y frustraciones del padre “afortunado”. Otras muestras son el color de la ropa y las preferencias culturales; un varón es más fuerte, más enojón que su hermana “a veces gemela”, que caracterizan las virtudes y cualidades de un hombre. ¿Si es mujer? Todo color rosa y con trato suave; se priorizan la observación y la prudencia. Así todos los hombres y también las mujeres reproducimos una sociedad patriarcal, creando diferentes acciones culturales de comportamientos aprendidos y deseados diferenciando niños o niñas. La historia se repite durante toda la vida de nuestros vástagos y así en todas las culturas de este mundo desigual.
La violencia hacia las mujeres es quizá uno de los cánceres más terribles de la humanidad. La violencia verbal, la violencia física, la violencia emocional, la dependencia económica e incluso el abuso sexual en la pareja ‒¡sí, en la pareja!, pues se asume la obligación de tener relaciones con un hombre “el dueño de su cuerpo” (como derecho de prendada en la edad media por el señor feudal)‒ por destino, por decisión propia, por tradición familiar, por amor condicionado o por miedo a la violencia de su esposo mantienen ahí a la mujer en esa situación a pesar de no desearlo.
Como sabemos, y como muchas estadísticas a nivel mundial han documentado, la pandemia ha evidenciado el abuso y violencia intramuros; en efecto, la mayor violencia hacia las mujeres es dentro del seno familiar. También está demostrado que los abusos sexuales son cometidos mayoritariamente por familiares: el abuelo, los tíos, los padrastros, los hermanos y primos, los compadres y los propios padres. Le siguen en esta larga lista los jefes, los colegas y virtualmente un desconocido que las atrapa saliendo del metro y abusa sexualmente de ellas en un terreno baldío. Sin embargo, en su inmensa mayoría estos abusos son perpetrados por gente vinculada a la mujer.
Todo esto lo narro para no olvidar que fue necesario poner un día al año para recordar esta vergüenza mundial ‒y nacional‒ en los últimos años para mostrar que las mujeres están hartas de los abusos que hemos perpetrado los hombres, pero sobre todo porque en estos días ha habido una intensa polémica en torno a la candidatura de Félix Salgado Macedonio, controvertido personaje que ha acaparado la atención nacional y que ha sido aprovechado mañosamente por personajes de la oposición al gobierno de López Obrador ‒algunos de calidad moral dudosa‒. Antes de escribir esta columna me informé sobre la percepción social en torno a este controvertido personaje y tuve cuidado en preguntar a personas probas pero, sobre todo de militancia de izquierda, progresistas y que conocieran muy bien el estado de Guerrero. La respuesta fue contundente: ese señor es impresentable.
Tiene cinco denuncias de abuso sexual y me pregunto: ¿cuántas más hubo que no fueron denunciadas? Si consideramos que solo 2% de los perpetradores son enjuiciados al final de un largo proceso de papeleos, de careos y de revictimizar a la persona una y otra vez por personajes que, en general, tienen una relación de poder sobre sus víctimas. Y este es el caso que nos ocupa.
Sus defensores dicen que no podemos juzgar y mucho menos sacar de la contienda por la gubernatura del Estado de Guerrero a un personaje que sí, contradictoriamente, también es carismático (me pregunto si tendrá que ver con esta sociedad patriarcal de la que todos somos víctimas) y quien no existe un fallo judicial en su contra en esta materia. Apunto que tampoco los hay sobre sus supuestos vínculos con el narcotráfico, aunque una parte importante de la comunidad guerrerense, particularmente en Acapulco, esté convencida ‒igualmente sin pruebas contundentes‒ que puede tenerlos. No obstante, esta línea de juicio sumario es alimentado por los partidos y personas de oposición, es claro, candela en el tema.
Es bien sabido que su principal contrincante, Pablo Amílcar, es hermano de la actual secretaria de la Función Púbica, Irma Eréndira Sandoval, y no hay que ser muy perspicaz para suponer que el desempolvamiento de las carpetas de investigación sobre la actuación moral y ética del senador Félix Macedonio Salcido ha surgido justamente en estos momentos de rivalidad. A eso, aquí en China ‒como dice el famoso libro “El arte de la guerra” ‒ se le llama fuego amigo, pero eso es cosa aparte.
Lo que me llama poderosamente la atención es el silencio de una parte importante de mujeres prominentes del gobierno federal y los gobiernos estatales. Ahora no he escuchado a la combativa Tatiana Clouthier ‒que muchas veces ha mostrado abiertamente e incluso con su voto, las diferencias con el Presidente de México‒; me costaría trabajo creer que su cargo como secretaria de Economía la haya silenciado. Me pregunto igualmente sobre la ministra con licencia en retiro y secretaria de Gobernación Olga Sánchez Cordero, o de la jefa de gobierno que siempre con prudencia, pero asertiva, se han pronunciado sobre las voces de cientos ‒por no decir miles‒ de mujeres militantes y convencidas de la Cuarta Transformación que están indignadas.
Quizá el Presidente tenga razón al decir que el Pueblo decida, pero ante un empate técnico o al menos muy cercano en sus encuestas entre Félix Macedonio, Pablo Sandoval y Beatriz Mojica, hubiera decidido sin duda por la tercera. Ese argumento de que “ahora tocaba hombre”, entre el complicado equilibrio legaloide impuesto por el INE para la selección ‒con criterios de representación para mujeres, jóvenes, indígenas y otras minorías‒, yo hubiera hecho otro cambio en cualquier estado. Es decir: me parece que el argumento de que “tocaba hombre” es pésimo, justamente por lo que está en juego una vez más, el abuso de los hombres sobre las mujeres. La comisión de honor y justicia de Morena buscó una solución salomónica donde baja de la contienda al senador con licencia Félix Macedonio y a Pablo Sandoval, para dar paso a otro candidato o candidata. Es una buena solución para confirmar en las encuestas, supongo urgentes, por los términos legales establecidos por el INE.
Quizá es una buena solución, pero es como apartar al abuelo que abusó de la nieta y que todo se resuelva en familia, escondiendo una verdad sistémica que, como sociedad, nos lacera. De la misma forma, en Morena pueden estar ocultando la verdad debajo de una alfombra que está cada vez más abultada ‒y quizá termine por escaparse por la ventana‒. Yo, por lo pronto, me solidarizo sobre todo con las mujeres, valientes luchadoras sociales en cada casa, cada barrio, en cada colonia, en cada municipio, en cada estado. Los hombres, como yo, tenemos muchísimo que cambiar y que resignificar para, final y aceleradamente, ser acordes a la Cuarta Trasformación, que también se trata de esto: de trasformar nuestras conciencias.