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a-pesar-de-ustedes-aqui-resistimos

Hoy es un 8 de marzo diferente. Muchas desearíamos estar tomando las calles y no encerradas por la contingencia. En el marco de lo que ha pasado estas semanas, del mes de marzo -nuestro mes-, de la próxima contienda electoral, del ruido ensordecedor del debate público y la ansiedad que el mundo entero tiene por opinar y golpetear, he encontrado algunos puntos que reflexionar. 

Las mujeres mexicanas tenemos más de 100 años luchando: desde las heroínas que nos dieron Patria, las sufragistas que nos dieron el derecho al voto, nuestras abuelas que dieron la primera batalla por nuestros derechos reproductivos, las estudiantes que nos dieron derechos políticos, aquellas que han cuestionado el orden social y que han terminado por evidenciar que no se trata más que de un orden patriarcal, hasta todas las que a la fecha siguen exigiendo un mundo más justo para nosotras. 

A pesar de lo anterior, nuestra mera existencia en un mundo que está diseñado para nuestra sumisión, ya es por sí sola una lucha. Y es que ser mujer es cansado: ser mujer implica encontrarse en un estado de alerta permanente. 

Si sobresalimos en la escuela, nos estigmatizan como la “morra de los plumones” y otras categorías en las que nos encierran aquellos a quienes intimidamos. Si nos apasionamos en una discusión, estamos hormonales o histéricas. Si sentimos demasiado, exageramos. Si nos violentan, no nos creen. Si trabajamos entre hombres, no podemos tener buenas ideas sin que el crédito nos sea arrebatado, difícilmente somos escuchadas y casi siempre somos subestimadas, sin mencionar cómo debemos moldear nuestras formas y nuestro carácter a un ambiente patriarcal antes de que nos coman vivas. Y ni hablemos de las horas y horas que debemos escuchar de hombres explicándonos cosas, burlarse de nuestras causas y hacer chistes misóginos, eso sí, siempre acompañados de un “es broma, de todo te enojas”, porque #aliados. 

Jamás ha representado para mí un sacrificio participar activamente en la causa; al contrario, siempre he tenido claro que tomar partido y resistir no es solo valioso, sino también necesario. Por mí, por mi mamá, por mis tías, por mis amigas, por todas las niñas, por todas las mujeres que vinieron antes y por todas las que vendrán; sin embargo, debo aceptar que últimamente he sentido ese cansancio más que nunca y hay días en que no he sabido bien qué hacer con el sentimiento que, en ocasiones, parece abrumador. En medio de una discusión pública tan violenta y un clima en el que ser una mujer que hace política no exime de vivir todas las violencias anteriormente enunciadas, dudo mucho ser la única que sienta ese cansancio emocional. Afortunadamente no ha habido ocasión en que el cariño de mis amigas y la sororidad de tantas mujeres allá afuera no me hayan hecho el camino más ligero. 

Por esto hoy no quiero dedicar este espacio a denunciar el oportunismo de la derecha al colgarse de nuestras causas, nosotras sabemos de su vileza y no olvidamos todas las veces en que sacaron a relucir su machismo, por el contrario, quiero aprovechar estas líneas para celebrar a todas las mujeres que con todo el cansancio y contra toda adversidad, no son indiferentes y no dejan de luchar por un mundo más igualitario y uno en el que ser mujer no sea un deporte de alto riesgo. 

Hoy celebro y agradezco a todas las mujeres que han creído en mí, que desde mucho amor me han enseñado y que nunca me han soltado. Camila, Mariel, Lupita, Brenda, Tanya, Alexa, Neris, Jimena, Carolina, Sofía, Isa, Ximena, Daniela, Jessica, Nelly: gracias. 
 

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