Hace unas semanas, Jesús Silva-Herzog escribió uno de los peores artículos sobre el populismo. A continuación, recupero y replico algunos extractos del artículo:
1.- «(El populismo) no inventa las crisis: la revela, la explota, la utiliza». ¿Qué fuerza política no utiliza, revela o explota alguna crisis? Son precisamente los momentos de crisis los que le permiten a los actores políticos crecer, emerger, posicionarse. Son esas coyunturas que el orden existente no puede capturar, las cuales cualquier fuerza política busca explotar, no sólo los ‘populistas’.
2.- «Las instituciones no son valoradas ya como procesos que dan cauce a la diversidad y que asientan algún principio de neutralidad. Las reglas dejan de ser ámbitos de lo común para convertirse en propiedad de los ganadores». Cualquier institución nace como producto de una correlación de fuerzas en un momento determinado. Por lo tanto, la neutralidad desde el origen no existe. Habría que preguntarnos si las instituciones que discriminaban sistemáticamente a los negros en Estados Unidos hasta la segunda mitad del siglo XX eran neutrales o si las instituciones actuales que dan preferencia al hombre sobre la mujer lo son.
3.- «A pesar de su discurso de inclusión, a pesar de su invocación constante y obsesiva de El Pueblo, el populismo se regodea de la exclusión». Cualquier identidad es relacional y sólo adquiere significado en su relación con otras identidades. A fuerza de constituirse, toda identidad tiene que marcar una frontera y expulsar ‘algo’ o a ‘alguien’, por eso no puede abarcar la totalidad. En este sentido, ni el populismo ni la democracia liberal pueden ser una totalidad completa. Me explico: la democracia liberal necesitó al comunismo como amenaza externa para constituirse y fortalecerse, el mismo discurso lo utiliza para el populismo (ahora como amenaza interna) para continuar siendo hegemónico. Las preguntas para el populismo y la democracia liberal son: ¿dónde se marca la frontera y es ésta permeable o no? Generalmente, los populismos latinoamericanos instauran fronteras más permeables; es decir, presentan un mayor grado de inclusión, donde la frontera se establece meramente por una distinción política (no racial, étnica, e inclusive no económica).
4.- «El enemigo de la democracia liberal necesita la sobrevivencia del huésped para vivir»; por eso usa la analogía del parásito. Sin embargo, no considera que cualquier discurso político necesita la formación de un ‘enemigo’, de un ‘rival’. De otra manera, no nos encontraríamos con un discurso político sino con una administración de la diversidad. El populismo puede sobrevivir sin democracia liberal, la democracia liberal puede sobrevivir sin populismo, lo que no pueden hacer ninguno de los dos es sobrevivir sin adversario.
Silva-Herzog se basa en el nuevo libro de Nadia Urbinati1 para confirmar sus prejuicios contra el populismo, sin preguntarse antes cuáles populismos, qué casos se toman para afirmar que el populismo volvería ‘irreconocible’ a la democracia liberal. Desde un principio, su intención es presentar al liberalismo como el gran modelo de gestión del pluralismo. No obstante, este modelo siempre necesita una amenaza constante para fortalecerse; es decir, tiene que expulsar ‘algo’ para continuar prevaleciendo. Como bien apuntó el maestro Julio Aibar: se llenan la boca hablando de pluralismo, pero a sus rivales los consideran ‘parásitos’: de esta manera, el liberalismo dice administrar la diversidad.
NOTA
1 Me the people: How populism transforms democracy, Harvard University Press. 2019. pp. 240.
Alejandro Moreno Hernández. Licenciado en Geografía, UNAM-Universidad de Hamburgo. Primer lugar del Concurso Nacional de Tesis (2017), por la Sociedad Mexicana de Estudios Electorales. Estudia la maestría en Ciencia Política en la Universidad de Essex.
@alexmrhdz
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