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AMLO y el México que renace

No hay fecha que no llegue ni plazo que no se cumpla, y el 1 de octubre de 2024 marcará no solo el fin del sexenio del Presidente Andrés Manuel López Obrador, sino también el cierre de una era que transformó la política mexicana y sentó las bases de un nuevo modelo de gobernanza. Se termina el ciclo de un luchador social, del hombre que lideró una revolución sin derramar una gota de sangre y llegó al poder como líder de un movimiento de transformación nacional que creó una nueva legalidad, una nueva economía, una nueva política y una nueva convivencia social con más justicia y dignidad.

El legado más grande del Presidente López Obrador ha sido su enfoque en poner a los más vulnerables en el centro de las políticas públicas. Su gobierno sacó a 9.5 millones de mexicanos de la pobreza, y esto ha sido reconocido por instituciones internacionales como el Banco Mundial, que confirma que esta transformación va más allá de las promesas demagógicas de los conservadores. Este logro no solo diferencia su administración de los anteriores, sino que muestra la voluntad de concretar un cambio real en la vida de las personas. Sin duda, AMLO pasará a la historia como el Presidente que puso primero a los pobres.

En línea con su proyecto de justicia social, la reforma laboral de 2019 democratizó la vida sindical y promovió la equidad de género en las directivas sindicales. Además, los aumentos al salario mínimo —que suman un 181% durante su gobierno— han sido un pilar fundamental para mejorar las condiciones de vida de millones. Estos cambios no solo han beneficiado a quienes ganan el salario mínimo, sino que han empujado gradualmente los salarios en la economía informal y los que están por encima del mínimo, creando un colchón que ha protegido a muchos de volver a caer en la pobreza tras crisis como la pandemia de COVID-19, según un estudio de Esquivel para el COLMEX.

Con el fin del sexenio de AMLO, comienza una nueva etapa: el segundo piso de la Cuarta Transformación, que será liderado por la Dra. Claudia Sheinbaum. Este segundo capítulo no es una ruptura, sino la consolidación y profundización del proyecto iniciado en 2018. Sin embargo, sería ingenuo no aceptar que aún hay pendientes que deben resolverse. El legado de López Obrador nos ofrece una dirección clara, pero depende de la ciudadanía exigir que las prioridades sociales y económicas continúen siendo atendidas.

Una de estas prioridades urgentes es la reducción de la jornada laboral de 48 a 40 horas semanales. Esta reforma es esencial para que los trabajadores mexicanos puedan disfrutar de una vida más digna y saludable. Es responsabilidad de todos los ciudadanos encontrar los espacios y medios para impulsar este tipo de reformas. Asimismo, un sistema nacional de cuidados es imprescindible para fomentar la equidad de género, aumentar la participación económica de las mujeres y mejorar el bienestar de las familias.

En las urnas, 36 millones de mexicanos apoyamos la transformación del país y preparamos el terreno político para realizar los cambios necesarios. Pero la verdadera democracia no se agota en el voto. Debemos participar de manera activa, patriótica, con diálogo constructivo, honestidad, autocrítica y con la conciencia de que el bien común es el fin último de este movimiento. La Cuarta Transformación no es tarea exclusiva de los políticos; requiere la participación de toda la sociedad.

Y ahí está el verdadero reto: transformar no solo las leyes, sino nuestro modo de vida. Cambiar nuestras actitudes, dejar de lado el cinismo, el conformismo, la desidia. Si fuimos capaces de cambiar lo político, también podemos cambiar lo social y cultural. Ser mexicano ya no puede significar solo ser trabajador, luchador y fiestero. Ser mexicano significa ser consciente, reflexivo, participativo. Debemos ser una sociedad que, al mirar al espejo, vea su propia grandeza y no sus complejos.

Que el legado del Presidente López Obrador sea, para todos, un llamado a seguir su ejemplo de sacrificio y entrega por la construcción de un México más justo. Un México hecho por lo mejor que tiene el país: todas y todos los mexicanos. A partir de hoy, que ser mexicano no solo sea sinónimo de trabajo duro, lucha y diversión, sino también de reflexión, participación democrática y un profundo sentido espiritual y social.

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