El reconocimiento de Anora[1] en los Premios Oscar como mejor película, tras haber conquistado la Palma de Oro en el Festival de Cannes, muestra la capacidad de narrativas audaces para diseccionar las clases sociales con humor y tragedia, trascender fronteras culturales y conectar tanto con críticos como con audiencias del séptimo arte en ambos lados del Atlántico, tal como ocurrió hace cinco años con Parasite, al obtener los dos más prestigiosos galardones del cine occidental.
Aunque ambas películas utilizan la lucha de clases como motor narrativo y muestran cómo las aspiraciones por ascender chocan con las barreras impuestas por la clase privilegiada, Sean Baker, el director de Anora, se enfoca en las batallas cotidianas de una mujer. Con un retrato crudo y humanista, aborda la lucha de la protagonista y crea una metáfora sobre la resistencia de millones de mujeres ante la violencia, desigualdad y abuso de poder. Situaciones denunciadas en todas las marchas por el 8M ante las que se exige justicia.
A través de la vida de Ani, la película, explora los efectos del poder, el dinero y las diferencias culturales en las relaciones humanas, invitando a la audiencia a mirar más allá de sus prejuicios y a encontrar empatía donde muchos no la ven. Así como en sus filmes The Florida Project o Red Rocket, Baker humaniza a personajes marginados sin romantizar sus condiciones. El guion cuestiona la explotación disfrazada de oportunidades, los prejuicios y la doble moral con la que la sociedad juzga a quienes luchan por salir adelante en condiciones adversas, exhibiendo la hipocresía de quienes pagan por servicios sexuales sintiéndose moralmente superiores a quienes contratan.
En el contexto del 8M la historia de Anora es especialmente relevante porque aborda temas fundamentales en la lucha feminista; autonomía sobre el propio cuerpo, desigualdad social, estigmatización de ciertos trabajos y el poder estructural que continúa oprimiendo a las mujeres, especialmente a las más marginadas, un dilema que nos recuerda las posturas encontradas en La Conferencia Mundial del Año Internacional de la Mujer que se inauguró el 19 de junio de 1975 en la Ciudad de México y las de la Tribuna del Año Internacional de la Mujer, un evento paralelo con una nutrida representación de profesionistas, obreras, indígenas, trabajadoras sexuales y amas de casa que tuvieron discusiones tan enriquecedoras y plurales como en la conferencia oficial.[2]
En aquellas cumbres internacionales, se desarrollaron debates entre las representantes de los países llamados del primer mundo que plantearon una agenda feminista alrededor de los derechos sexuales y reproductivos, asuntos que se impusieron por encima de las demandas de las delegadas del tercer mundo, quienes exigían acciones para garantizar la justicia social y económica. Oscar Chávez nos dejó la canción Liberación Femenina[3] como memoria histórica de aquellos encuentros, y por una sarcástica coincidencia, medio siglo después otro Oscar, el de la Academia, denuncia cómo los derechos sexuales y reproductivos de una bailarina exótica de Brooklyn ahora facilitan su depredación sexual por carecer de derechos económicos y sociales, enfrentando las exigencias de la vida como la mitad de los estadounidenses; con ingresos precarios, créditos impagables, alquileres insostenibles y sin cobertura médica.[4]
La equidad de género permanecerá fuera de alcance para la mayoría, y peor aún, excluirá cada vez a más mujeres, si mantenemos el modelo capitalista que impulsa el crecimiento económico y las ganancias sin abordar las causas de la pobreza. Una alternativa para promover la justicia social, es el Humanismo Mexicano[5], que plantea políticas públicas centradas en combatir las desigualdades estructurales para promover una prosperidad compartida, cerrar las brechas económicas y asegurar la no discriminación y el pleno ejercicio de los derechos, que se materializa con la creación de la Secretaría de las Mujeres encabezada por Citlali Hernández.
Esta nueva dependencia representa un compromiso institucional con políticas públicas inclusivas que marca un giro decisivo hacia la redistribución de la riqueza y el reconocimiento de la perspectiva de género como eje central del desarrollo nacional. Así se orienta el rumbo del país hacia una auténtica equidad que atienda las raíces de la pobreza y las brechas estructurales que históricamente han marginado a las mujeres. Un ejemplo tangible de esta transformación es la recién publicada Cartilla de derechos de las Mujeres,[6] que resume y difunde ampliamente los derechos y herramientas necesarias para el empoderamiento femenino en nuestro país. De esta manera se traduce nuestro ideal humanista en acciones concretas, dando un paso decisivo para hacer sostenibles e incluyentes los esfuerzos por la igualdad sustantiva de las mujeres en México.
[1] Trailer de Anora subtitulado en español (HD)
[2] Mujeres La Historia| Conferencia mundial sobre la mujer | 6 de marzo de 2025 | Mañanera del Pueblo
[3] LIBERACIÓN FEMENINA – ÓSCAR CHÁVEZ
[4] In the Richest Country in the World, Precarity Is the Norm | The Nation