Al Presidente le quedan poco más de 100 conferencias mañaneras antes de dejar el cargo. Será el fin de una era esperada por muchas generaciones desde tiempos de la Revolución Mexicana. He escuchado decir —cientos de veces— que un hombre como Andrés Manuel López Obrador aparece cada 100 años. Así de valiente, así de tenaz, así de grande, así de chingón. La referencia más inmediata en la historia es la de Pancho Villa, inmortalizado por su rebeldía contra la injusticia y su lucha contra la opresión.
Liderazgos así surgen muy pocas veces en la historia, menos de las necesarias; con ese nivel de empatía y conexión con el Pueblo, en las que se recogen sus sentimientos y necesidades; con ese poder de convocatoria masivo que conforma ejércitos populares que luchan por defender causas nobles; con esa convicción de no claudicar y no rendirse ante la adversidad; pero, sobre todo, con esa memoria tan aguda que permite no olvidar las atrocidades que los malos gobiernos cometieron contra el Pueblo y las razones de por qué estamos luchando.
Así, un gobierno popular esperado por décadas está por concluir, y un gigante político está por retirarse de la vida pública para obtener un merecidísimo descanso. Ya bastante hizo con habernos enseñado a defender la Patria. Lo que viene son tareas muy importantes para quienes fuimos forjados en el Obradorismo:
- Primero, aprender a ser. Asumiendo el papel de relevo generacional, quienes tienen la dicha de contender en las elecciones para representar al Pueblo este año y quienes pretenden hacerlo en el futuro. Lo urgente es erradicar los vicios políticos que tanto han dañado al país y generar una nueva clase de servidores públicos, donde el conocimiento y la técnica estén al servicio de la Patria. Que la juventud activa abandone el papel de escudería y se ponga a hacer política de tú a tú, sin replicar el modelo tradicional de los políticos trajeados que leen discursos horribles y aburridos. Aprender a ser, implica entender que el poder solo se convierte en virtud cuando se pone al servicio de los demás.
- Segundo, aprender a no ser. Esta lucha no es por cargos, sino para lograr la transformación. Que las victorias no se te suban a la cabeza y que las derrotas no se te claven en el corazón. Todo el esfuerzo colectivo que implicó la construcción de nuestro movimiento fue por un objetivo claro: combatir al régimen de corrupción para regenerar la vida pública nacional. En el camino, muchas compañeras y compañeros pudieron aportar a este proceso de cambio desde un cargo público, pero algunos no. Y no por ello deben desanimarse ni rendirse. Quienes fueron parte activa de este movimiento, deben saber que ustedes constituyen lo más valioso de esta revolución, pues con su esfuerzo cambiamos la vida de millones de personas, saldando nuestra deuda con la Patria. El 1 de julio de 2018 fue el día que le dio sentido a mi existencia. Por su parte, a quienes aún padecen mafias locales que parecieran imposibles de derrotar, les digo claramente: mientras haya pulso habrá combate. La lección del Presidente es no claudicar.
- Tercero, aprender a dejar de ser. El poder es temporal y su ejercicio es desgastante. Como todo proceso de duelo, invariablemente, debe de cumplir sus etapas para que una persona pueda desprenderse de él y regresar a la vida laboral regular, sin que se convierta en un problema. Trabajar como servidores públicos o representantes populares es un gran honor, más que un mérito, y debe entenderse como la oportunidad para servir a los demás de manera responsable, atendiendo a la gente como siempre quisimos que nos atendieran a nosotros. Quienes se aferran a un cargo reeligiéndose y quienes se sienten degradados por tener que dejar su cargo sin obtener otro, no tienen claros los principios ni las prioridades del Obradorismo. Haber sido diputada o presidente municipal debe recordarse como una buena anécdota —si es que el cargo se puso al servicio del Pueblo—, y nada más. Vivir de la “gloria” del pasado resulta paralizante y bastante conservador.
El Presidente se va en poco más de 5 meses, y se siente una nostalgia adelantada, como quien sabe que su viaje está por terminar. La lección de <dejar de ser> se aproxima, aunque en realidad no será para él, sino para quienes empeñamos todo para verlo encabezando un gobierno honesto y popular. Lo que resta es apoyar a una de esas personas empeñadas, que también dio todo para hacer posible la 4T, porque será quien tenga que aprender a <ser> la primera Presidenta de México: la Dra. Claudia Sheinbaum Pardo.
Eso sí: nadie podrá quitarnos el honor de haber sido parte del Pueblo organizado que salvó a la Nación, y nunca olvidaremos que hubo una parte de nuestra vida en la que hicimos historia.