En 2016, tuve la oportunidad de escuchar las palabras de inicio de ciclo escolar de la nueva generación de educación en sistema abierto de la Facultad de Derecho, pronunciadas por María Leoba Castañeda Rivas, la primera mujer en dirigir la facultad en sus 461 años de historia. En su discurso, utilizó la frase: “Bienvenidos a la carrera que goza del monopolio del poder judicial de la federación”. Un atronador aplauso y algunos vítores se escucharon. Me sentí incómodo y sorprendido por el uso de las palabras “monopolio” y “poder judicial” en la misma frase, y que la reacción fuera un festejo.
México tiene un grave problema con su poder judicial: la falta de acceso a la justicia. Es un poder caro y poco eficiente. Los salarios de los altos cargos son desproporcionados, y los lujos que ostentan bajo el nombre de prestaciones se defienden argumentando que, de otra manera, los jueces serían corruptibles. Sin embargo, esta medida no ha demostrado ser efectiva. La crítica se dirige principalmente hacia las cabezas del poder judicial.
La transparencia en el poder judicial es limitada en comparación con otros poderes. Mientras que el poder ejecutivo y legislativo promueven principios de “gobierno abierto” y “parlamento abierto” respectivamente, el poder judicial tiene una agenda de “justicia abierta” que va muy rezagada. La exigibilidad, vigilancia y consulta de la información pública del poder judicial se restringe aludiendo temas de seguridad y procedimiento, dificultando el ejercicio de otros derechos políticos como el acceso a la información pública.
En la última reforma al poder judicial, en 1994, se estableció el Consejo de la Judicatura, encargado de la administración, vigilancia y disciplina del poder judicial. Este órgano es presidido por la presidencia de la Suprema Corte de Justicia, lo que crea una suerte de vigilancia interna donde el nivel más alto se vigila a sí mismo. Entre los cambios realizados hace 30 años, se redujo el número de ministros de la Suprema Corte de 26 a 11. Zedillo propuso 18 nombres para que el Senado eligiera a los otros nueve ministros, y su aprobación pasó sin mayores aspavientos.
El poder judicial es inaccesible y especializado al ser inentendible sin un intermediario con cédula de licenciatura en derecho que sepa hablar “abogañol”, y, además, si se espera tener posibilidades de justicia, dicha persona profesionista del derecho debe saber jugar en la arena especializada y excluyente del sistema de justicia mexicano. Es innegable la relación entre quienes están en la cárcel y quienes menos recursos tienen. La justicia parece estar disponible solo para quien puede pagarla, mientras que quienes no tienen recursos para defenderse enfrentan la injusticia. Aunque existen defensores de oficio, su limitado número y exceso de trabajo no son suficientes.
Estoy convencido de que México tiene un Pueblo bueno y sabio. Ante la ausencia de justicia, la ley del talión podría desmoronar nuestra sociedad. Sin embargo, nuestro pueblo ha logrado transitar sus comunidades con una ética y moral firmes, aun en la ausencia de un poder judicial que les dé justicia.
La reforma al poder judicial no es un tema sencillo y no debería discutirse solo entre especialistas y personas con cédula de derecho. El poder judicial, así como el legislativo y el ejecutivo, deben tener conductos de aprendizaje y conocimiento accesibles a la población, para que puedan demandar sus derechos a través de procesos sencillos e incluyentes. Aplaudo los esfuerzos asamblearios que se realizan para ampliar el conocimiento alrededor de la reforma planteada.
Cualquier cambio al proceso de reforma al poder judicial debe considerar dos realidades: es caro y es difícil. La justicia debe volverse accesible. El poder judicial debe democratizarse. El reto es hacer próximo el poder judicial a la gente para que puedan obtener justicia de él. Necesitamos una reforma al poder judicial para que la justicia sea accesible, real y expedita, y se cumpla en los términos constitucionales. Un poder judicial cercano, comprensible y que responda a la población es esencial.