Discursos de odio

Discursos de odio

No podía faltar. Los trágicos hechos ocurridos el fin de semana en El Paso, Texas, ampliamente entendidos como un reflejo de la xenofobia y racismo existentes en Estados Unidos y actualmente utilizados como lema de gobierno y de campaña del presidente Donald Trump, fueron inmediatamente usados para señalar una supuesta similitud con la retórica de AMLO, acusando una vocación del mandatario mexicano hacia la polarización del país. Peligroso, dicen, que López Obrador continúe dividiendo a la población con sus discursos de odio.

Vamos a ver. Que existe un discurso y una campaña de odio en México es innegable. Cabe la discusión, sin embargo, sobre su origen y propósito. La dicotomía hoy instalada en el debate público entre chairos y fifís tiene una larga cola hacia atrás y prevalece en discusiones de elemental calidad en redes sociales, que transparentan la dolorosa presencia del racismo, clasismo, homofobia y xenofobia en el país, con ataques brutales hacia personas por su color de piel, origen étnico, clase social, nacionalidad, género, peso, orientación sexual o ideológica. Esto no es nuevo, simplemente ha quedado al descubierto como nunca.

¿Por qué? ¿Qué provoca hoy un envalentonado movimiento de la discusión hacia aspectos que formaban parte de lo políticamente incorrecto, con una violencia evidente?

A pesar del discurso liberal de quienes, en una dimensión más cuidadosa, se ostentan como demócratas, cuyas intervenciones públicas en artículos o simples tuits emplean el chantaje diario para señalar el advenimiento de una dictadura populista, de la ineptitud contra la técnica, del “delirio” del régimen y sus seguidores, en realidad consistentemente persiguen una agenda que defiende la prevalencia de un status quo de privilegios. Uno en el que se mantenga la brecha profunda de desigualdad que ha caracterizado a la historia de este país, pero uno también en el que, manteniendo eso asegurado, podamos volver a hablar de libertades y legalidad, como si hubieran existido.

Con una hipocresía inaudita, la derecha de buenas maneras no hace hashtags insultando a personas por el color de su piel y hasta los condena. Sin embargo, se ha convertido en una suerte de influencer que azuza el avispero de discriminación que existe en México y sin ensuciarse las manos, sabiendo lo que hace y también lo que esconde.

Lo hace al equiparar, sin el menor matiz, la Ley de Extinción de Dominio con un robo desde el gobierno. Lo hace cada vez que exhibe cualquier robo para señalar, haciendo gala de su desprecio por la pobreza y la ruptura del tejido social, que eso, la delincuencia, es el pueblo bueno de López Obrador. Lo hace cuando habla del gobierno de la ilegalidad, la incertidumbre y el clientelismo frente a políticas que han ampliado los derechos laborales, atacado la corrupción en la relación del gobierno con la iniciativa privada u otorgado apoyos directos a sectores frecuentemente olvidados por el Estado.

Lo hace sistemáticamente con la promoción de noticias falsas. Lo hace en un afán constante de sembrar miedo y, sin duda, división. Una división de clase que siempre ha existido y que hoy se muestra de cuerpo entero alimentando sus expresiones más violentas, aunque traten de embozarla.

Desde luego que existe el discurso de odio en este país. Tiene cara, agenda, clase social y escaparate.

 

Azul Alzaga Magaña. Analista política y social, politóloga del CIDE
y fundadora de la Asociación Civil Observatorio de la Justicia A.C.
Actualmente es colaboradora de Milenio como columnista invitada
en temas políticos, en materia de comunicación, seguridad y justicia,
así como co-conductora del noticiero dominical de las 22:00
y del segmento de entrevistas
La conversación

@azulalzaga

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