El cambio climático es quizá una de las consecuencias más representativas del libre mercado. Lo curioso es que a pesar de los esfuerzos serios por hacer “algo” para mitigarlo y adaptarse a sus ineludibles consecuencias (esfuerzos internacionales que datan de 1979), los resultados han sido magros. Ya son innumerables los estudios científicos interdisciplinarios que dan cuenta de las consecuencias de la depredación de todas las formas de vida en la Tierra. De hecho, en México las universidades públicas cuentan con seminarios al respecto y las universidades privadas, por su parte, producen consultoría para las y los tomadores de decisiones en esta materia.
Pero pongámoslo en contexto. El cambio climático es la variación del clima por periodos prolongados. Es inevitable que la temperatura vaya a aumentar por encima de 1.5º Centígrados, por más acuerdos de buena voluntad que se firmen. Así se perdiera la soberanía de las naciones, el cambio climático ya está aquí y está haciéndose presente con mayor contundencia en la escasez de peces en el mar, de agua dulce en afluentes que antaño eran caudalosos, lluvias más intensas, el alza en el nivel del mar, entre otras; consecuencias que más temprano que tarde van a manifestarse en migraciones masivas y guerras por los recursos ecosistémicos que hasta ahora todavía se dan por sentado.
Esto ya sucede y cada vez será más evidente, así un ente privado o público transformase de inmediato todas las formas de producir, transportar, intercambiar, desechar, aprovechar o desperdiciar recursos materiales, humanos y hasta financieros. ¿Será por eso, entonces, que el resultado de las negociaciones en las Conferencias de las Partes (COP) se asemeja a un placebo cuando lo que en realidad se necesita es haber mitigado el uso de combustibles fósiles, reducir el consumo de carne y lácteos y, en definitiva, dejar de exhibir en anaqueles mercancía que va a permanecer en el planeta más tiempo que tres o cuatro generaciones completas? ¿Acaso no es lógica la urgencia por tomar medidas más certeras para combatir aquello que comenzó hace siglos, con la Revolución Industrial, fenómeno que ha provocado que los productos y servicios que las personas consumen durante toda su vida impacten en el mundo para que lo padezcan sus hijos, nietos, bisnietos, tataranietos?
Existe un equilibrio natural en la Tierra, y el cambio climático lo refleja con las medidas extremas de los sistemas naturales para contrarrestar la emisión excesiva de gases como el metano y el CO2. En esta carrera por la muerte para producir el bienestar de unos cuantos no existen ganadores. Pero la literatura contemporánea ya da cuenta de que los escenarios no son alentadores, pues nadie que forme parte de las Conferencias Mundiales puede decidir acerca de lo que sus pares deban hacer.
Así, hasta el momento en la Conferencia Mundial sobre el Clima (COP 26) los compromisos para reducir las emisiones de metano y el convenio para poner fin a la tala intensiva de los bosques del mundo en 2030 que, dicho sea de paso, no son vinculantes, se enmarcan como los mayores logros. Los resultados serán sometidos a prueba en domicilios, estilos de vida y la gobernabilidad mundial.