El partido del Presidente López Obrador va a ganar 11 gubernaturas y mantendrá la mayoría en la Cámara de Diputados. Es cierto, el resultado obtenido en la Ciudad de México es una fuerte llamado de atención para quienes creíamos infranqueable este bastión del Obradorismo. Sin embargo, no significa el fin de una era de derechos que inició ya hace varios años; si los militantes de la Cuarta Transformación hacemos un ejercicio serio de autocrítica, en 2024 el movimiento recuperará los espacios perdidos.
Ahora, considerando el contexto de pandemia con todo lo que ello implica, el proyecto político encabezado por el Presidente triunfó de manera importante. Se trata de un partido que apenas obtuvo su registro hace 6 años y hoy está por ser gobierno en 16 estados. Ni la alianza del PRIAN pudo contener la ola obradorista este 6 de junio en las distintas entidades.
Y sí, para quienes hemos acompañado la lucha de Andrés Manuel desde la Ciudad de México nos duele un avance así tan marcado por parte de la derecha, sin embargo, como chilangos debemos voltear a ver las otras realidades nacionales y celebrar que el Pueblo está alzándose en lugares que antes el conservadurismo era la regla, nada más pensemos en las dos Baja Californias. No hay que minimizar la derrota en el capital, pero debemos reconocer los esfuerzos en otros estados en donde, hemos de reconocer, la lucha ha sido todavía más difícil, colmada de violencia política proveniente del prianismo más autoritario.
Hoy, la victoria que disfrutamos por tantos años en la Ciudad de México la están saboreando en otras partes del país y eso no es menor. Por el contrario, es una señal de que la Transformación se está abriendo camino más allá de los bastiones y el Obradorismo está más vigoroso que nunca.
Toca reflexionar, reorganizarse y no ceder ni un espacio más a la derecha porque, como ya vimos, son capaces de replegarse y volver con fuerza. Toca sacudirse la soberbia chilanga, dejar de repartir culpas y construir desde la base.