Un mero trámite, el Pueblo la votó
Ha pasado un año, un mes y 29 días desde aquella tarde del 16 de junio del 2023 cuando la doctora Claudia Sheinbaum estampó su rúbrica como parte del protocolo de registro para aspirar por la coordinación de la defensa de la 4T. Contrario al camino que recorrería quien a la postre sería su adversaria en la contienda presidencial, Sheinbaum sí se enfrentó a políticos profesionales dentro del proceso interno del partido guinda y aliados. Mientras que, del otro lado, uno a uno iba declinando.
Claudia, al igual que sus pares, recorrió el país durante 69 días en busca de empatizar y de recoger el sentir del Pueblo mexicano; en retribución, la científica cosechó simpatías dentro y fuera de los círculos morenistas. Y con ello, la noche del 6 de septiembre, después de un largo y escrupuloso escrutinio por parte del personal de cinco encuestadoras y representantes de las seis “corcholatas”; el resultado arrojó un contundente: #EsClaudia.
En tanto, dentro del bando contrario se simuló un “registro estricto” para acceder a una “consulta ciudadana”, misma que al cuarto para la hora fue suplantada por una rara especie de cargada, a la cual bautizaron como: “aclamación popular”. «Dedazo», se le llama.
Para el 19 de noviembre, en vísperas del aniversario CXIII de la Revolución Mexicana, ambas candidatas recibieron el espaldarazo de sus respectivos correligionarios, y así se hicieron de precandidaturas únicas. Y a partir de entonces las marcadas diferencias entre una y otra no se hicieron esperar, mientras la candidata oficialista posteó en la red social X: “Asumo la precandidatura a la Presidencia de la República por Morena, el Partido del Trabajo y el Partido Verde con orgullo y compromiso…”. La candidata opositora, por su parte, cambió de speech como cambió de chaleco: cuando vistió rojo, presumió el férreo priismo de su progenitor; cuando vistió azul, olvidó su lucha feminista; y cuando vistió amarillo, resultó hasta trotskista.
A las 13 horas del 18 de febrero, en Viaducto Tlalpan número 100, enfundada en un saco y falda guinda, flanqueada por los presidentes de Morena, PT y PVM, y frente a la consejera presidenta del INE, Claudia se convirtió de manera oficial en la candidata presidencial de la coalición “Sigamos haciendo historia”. Por su parte, la aspirante opositora, durante el registro oficial de su candidatura —llevado a cabo el 20 de febrero—, optó por una vestimenta en tono azul marino, una mascada rosa y un chicle mascado.
Transcurrieron 90 días de campaña entre propuestas por parte de Claudia y ocurrencias por parte de Xóchitl, entre zócalos abarrotados y entarimados abandonados, entre abrazos y limonazos, entre fake news y verificados, entre encuestas sensatas y encuestas cuchareadas, entre columnas y calumnias, entre debates y post debates, entre argumentos y rabietas, entre dedos entintados de esperanza y dedos pinchados de desesperanza, entre bots inundando redes y pueblo llenando urnas.
Lo ocurrido el 2 de junio no tiene precedentes, se ganó, se ganó bien, y por mucho. El triunfo simplemente fue contundente, inobjetable, inapelable, avasallador, arrasador, arrollador. Sin embargo, no debemos olvidar que las derechas no saben perder, por lo que no debe resultarnos nada extraño que, de alguna manera u otra trataran de tiznar un triunfo tan claro, un triunfo que desnudo las flaquezas que ya desde hace unas décadas arrastra el PRIANRD.
Los resultados de la pasada elección presidencial deben leerse más allá de las simples cifras, las cuales, a decir verdad, ya dicen mucho por sí mismas. Sin embargo, es nuestro deber escudriñar detrás de los números, hallar los porqués, interpretar el voto, tratar de ponerle rostro y nombre a cada sufragio emitido. Solo de esta manera podremos traducir simples cifras en voluntades, deseos, exigencias, agradecimientos, vistos buenos, votos de confianza o beneficios de la duda.
Y así como se dice que la derecha no sabe perder, también es un hecho que las victorias para la izquierda son contadas, así que nada, a festejar. ¡Tenemos Presidenta electa!