A estas alturas del partido ya todos sabemos que el domingo 26 de enero llegó al Zócalo capitalino un grupo de personas encabezadas por Sicilia y LeBarón cuya intensión era seguir visibilizando el dolor y la exigencia de las personas víctimas de la absurda violencia que se potencializó y exacerbó con la sangrienta guerra que se libró en los sexenios anteriores.
El tema de las víctimas de la violencia y su relación con este nuevo gobierno ha sido ya centro de debate en diferentes espacios, sin embargo, al ver las reacciones de lo sucedido este fin de semana, hoy quisiera escribir, sensiblemente, un par de apuntes desde las filas del obradorismo para el obradorismo, para todos los compañeros que militamos y acompañamos al Presidente.
Parto al decir que sin duda comparto la postura de que hay mucha injusticia en que Sicilia acuse a López Obrador de tener la “misma estrategia” que Peña Nieto o Calderón, como dice el propio presidente: “Eso sí calienta”. Es innegable que sí hay un cambio de estrategia, no es una estrategia belicista, en cambio, es otra que apuesta por atender las causas de la violencia: varias de ellas atraviesan por la pobreza. Sin embargo, creo hay un par de ideas que apuntan a lo que a mi parecer nunca se puede perder de vista, de otra manera habremos perdido la brújula, -cabe resaltar- sobretodo, como obradoristas que somos.
La primera idea tiene que ver con que no podemos cuestionar el estatus de víctima. No tenemos derecho a cuestionar quién se considera víctima y por qué, no podemos debatir la idea de que hay personas –miles– que tienen un familiar “que no volvió más”, de tal manera no tenemos –ni de lejos– el derecho a regatear lo anterior. Además, debemos dejarnos de pelear con la idea de “víctimas perfectas”, el movimiento de víctimas es absolutamente heterogéneo, cuyos dolores y agravios atraviesan de diferentes formas y por tanto sus exigencias y escepticismos, también.
A partir de esa premisa, la segunda propone que ante estas personas lo que le corresponde es escuchar, hay que tomar el tema, hacerlo propio –de verdad–, nunca rechazar, no negar, y acompañar a las víctimas: siempre. Creo que el obradorismo, fuera de lo que los conservadores han querido hacer creer, escucha mucho, entonces y por lo tanto: en este tema hay que escuchar aún mucho más.
La tercera idea sugiere no tener miedo a que haya demandas al Estado, pues es el Estado mexicano el que durante años ha sido (si no responsable directo de los asesinatos y desapariciones), por lo menos, omiso; de esta manera no podemos hacernos de la vista gorda: como si el Estado no estuviera en una enorme deuda y en esto, –compañeros- no podemos fallar.
Por último, nunca jamás las víctimas de la violencia –cualquiera que esta sea–, pueden ser enemigos de este Estado, nunca se puede olvidar que ellas son la tragedia más dolorosa de la guerra fallida que inició el sanguinario de Calderón y continuó Peña Nieto. Es por esto, y por simple humanidad, que si perdemos la capacidad de que nos duela su dolor, de que nos interpelen sus exigencias, si nos dejamos llevar por lo banal, por lo superficial, habremos perdido todo.
Para finalizar, aunque suene duro decirlo, dar solución a las exigencias de las víctimas es y será muy difícil de cumplir. Es similar a lo que pasa con las exigencias del movimiento feminista, cuya máxima es “abajo el patriarcado”; ningún gobernante en su sano juicio, por más feminista, voluntad política y presupuesto que disponga para el tema, podrá comprometerse y garantizar que en un periodo de tiempo determinado “acabará con el patriarcado”, sin embargo, con este panorama tan desolador enfrente, el Estado mexicano debe ser impecable y muy creativo en sus acciones que intentan dar respuesta a las exigencias de las víctimas: debe ser extraordinariamente sensible y eficaz, como Néstor Kirchner lo hizo en Argentina por ejemplo, con Hebe de Bonafini: hacer de los padres de Ayotzinapa un símbolo de su gobierno, que no haya la menor duda de que el obradorismo, cuya máxima es primero los pobres, pacifismo y justicia social, tiene total claridad de que “con las víctimas, todo; sin las víctimas, nada”.
Julia Álvarez Icaza Ramírez. Abogada de la UNAM con formación en derechos humanos. Desde distintos espacios ha trabajado temas de derechos económicos, sociales y culturales. Actualmente investiga sobre justicia transicional, reparación integral del daño y justicia restaurativa.
@Jualicra