Elisa Godínez
Como pocas veces antes en la historia de la humanidad hoy vivimos un momento en el que el flujo de información y los canales para su difusión son muy abundantes y por si eso no fuera suficiente, la rapidez y la inmediatez caracterizan esta dinámica informativa, dando lugar a noticias y opiniones tan escandalosas como efímeras todos los días: la semana pasada fueron las movilizaciones de las mujeres, esta semana es el coronavirus. No obstante ya no somos capaces de recordar qué sucedía el mes pasado, el año pasado o la década pasada.
La capacidad para procesar y analizar la cascada diaria de información se ha visto mermada en este contexto, algo que resulta muy conveniente para quienes buscan manipular y obtener ganancia en el río revuelto de ignorancia y confusión. En estos días de pandemia tanto la prensa como la ciudadanía están obligadas a desplegar mejores prácticas de comunicación basadas en la honestidad, la veracidad, la rigurosidad y el bien común. Ciertamente es mucha la tentación de querer ser el primero en “dar la nota” o de mandar el mensaje más irrebatible en el grupo de WhatsApp pero en una situación como la de la propagación del covid-19 el imperativo es la responsabilidad. Al igual que con el agente infeccioso real para evitar la diseminación del virus de la desinformación, es necesario atender ciertas recomendaciones básicas: seguir las indicaciones de las instituciones oficiales; verificar cualquier información antes de compartirla; al caer en el error de difundir una notica falsa hay que asumirlo públicamente, disculparse y borrarlo; señalar y rebatir de manera respetuosa a familiares, amigos o conocidos que dispersen falsedades; no saturar ni las redes ni los principales canales de comunicación, entre otras.
Aunque todavía no conocemos completamente los alcances que tendrá esta pandemia existen ya evidencias suficientes para saber que sea por la cercanía con la enfermedad misma o por los efectos económicos de su combate la vida de todos los habitantes del planeta está siendo alterada de manera directa o indirecta y en mayor o menor medida. Ni qué decir de todo lo negativo que se está evidenciando como los sistemas de salud pública precarios y rebasados; la profunda e insoportable desigualdad material en la mayoría de los países; el egoísmo rampante que provoca tanto compras de pánico como la indolencia para acatar las indicaciones oficiales en detrimento de la población más vulnerable (adultos mayores, infancia y enfermos crónicos) o el miedo colectivo ante la incertidumbre y la conciencia de nuestra fragilidad.
Pese a lo sombrío del panorama de afectación económica, asombrosamente, según las imágenes satelitales, el covid-19 ha sido capaz de lograr sin querer cosas impensables como la baja temporal de la contaminación en China e Italia debido a las medidas de confinamiento, la reducción de la actividad industrial y el transporte de vehículos. Ojalá que dentro de todos los males esta coyuntura sanitaria nos obligue no sólo a reflexionar sino a modificar por ejemplo muchos de nuestros hábitos cotidianos de consumo y aceptar que no sólo no se acaba el mundo si aplacamos nuestra ansiedad de gastar hasta lo que no tenemos, sino que tal vez por ahí es por donde necesitamos empezar para salvarnos. Moderémonos en todo.
Elisa Godínez.Politóloga y antropóloga. Investiga acerca de justicia por mano propia y violencias en contextos urbanos.
Twitter:@tannnit