¿Qué pasa por tu cabeza cuando escuchas la frase: “La Presidenta nos representa a todas”?
La historia empezó diciendo “éste es el mundo, y será dirigido por hombres”, muchos años transcurrieron y dicho decreto se cumplió, vimos hombres luchar por la independencia de su país; iniciar y ganar la segunda guerra mundial; obtener premios nobel; llegar a la luna, firmar tratados internacionales, y más…
Como es marzo, imposible no pensar en la conmemoración del 8M, que deviene de una desdicha. Aquel incendio donde, por cierto, eran hombres policías los que propagaron el fuego, para silenciar a las empleadas de una fábrica, que sólo protestaban por alcanzar mejores condiciones laborales.
Les apuesto que si escuchamos decir: “Sírvele a tu hermano…a ti te toca lavar los trastes…”, por default lo relacionamos con la más joven de nuestra familia, sean hijas, hermanas, sobrinas, esposas; ese es el rol en el que nos han encasillado y que sin chistar –al menos hasta hace un par de años- atendemos. Eso, también es una tragedia, sin sangre ni muertes, pero con mucha desigualdad y perpetuación.
“Que nadie nunca nos diga jamás, calladita te ves más bonita” es una de las primeras frases de la Dra. Claudia Sheinbaum Pardo, ya como Presidenta de México quien, tras 200 años de República —o 500 como territorio mexicano— llega a la titularidad del Poder Ejecutivo, con una abarrotadora victoria, tras la estela de reivindicación que dejó el querido Presidente AMLO.
Ofrece certeza de que, con su lucha, ella nos representará a todas. A las que estamos, e incluso quienes ya no, pero se fueron de este mundo, “pensándonos libres y felices”.
Comprender las implicaciones de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer es complejo, primero, porque hay gente que nos sigue felicitando. Ello no nos ofende, realmente preocupa, porque no hemos permeado lo suficiente; aun nos minimizan, descalifican, cosifican, silencian y agreden, quienes ignoran que esta lucha por igualdad no está de moda ni persigue restringir a otro sector, sino que se nos nombre, mire y nos den las mismas oportunidades. Se trata de una conquista de muchos derechos que estuvieron vedados para nosotras.
Tener una mujer presidenta, con ideales tan claros, significa un avance. Fíjense en este contexto:
Vivimos en 2025, con ideas de 1910, porque insisto, en la sociedad está muy definido que las mujeres pa’ la casa a cuidar niñas y niños, incluyendo a veces personas adultas mayores; además, trabajamos dobles o triples jornadas. Mientras que los hombres dirigen empresas, o realizan trabajos «pesados» y llegan a cenar (en muchos casos).
Ante tal escenario, las políticas emprendidas por la presidenta, para alimentar los sueños de niñas, asegurar educación a las jóvenes, empoderar a las mujeres, y retribuir económicamente, de manera simbólica, a las «abuelas de casa», consisten en igualdad salarial y paridad de género en materia laboral y al contratar personal; investigar delitos y juzgar con perspectiva de género; fortalecer las medidas de protección, así como los deberes del Estado para con las mujeres; en suma, todas ellas, acuerpan el derecho a una vida libre de violencia. Todo lo que parecía inalcanzable, ahora es texto constitucional.
Que una mujer hoy sea dirigenta de México, implica que las puertas ya están abiertas para las que empiezan su camino, o ya llevamos algo recorrido. Simboliza reconocimiento.
Aplaudo que hoy podemos elegir quedarnos en casa, ser o no ser madres, incluso dirigir a las fuerzas armadas. Ya no tenemos preocupación por hablar de los cólicos menstruales, y podemos ser gerentas de una empresa, tomando decisiones desde el lactario. Convergen sueños y deseos, con la responsabilidad que siempre nos ha caracterizado, pero ahora con el respaldo del estado.
Me motiva contar que a mí me inspiró (y aún lo hace) mi madre, fue enfermera, pero decidió volverse ama de casa y comerciante; viuda, con 4 hijos, y una enfermedad crónico-degenerativa en riñón, pero el corazón sano, lleno de amor y muy a la izquierda, supo enseñarnos -a mí y mis hermanas- la importancia del bien común, de la lucha social y de la dignidad, como pueblo y como mujeres.
Quiero concluir con esta invitación: comprendamos que todas somos distintas derivado de nuestra historia, contexto o hasta privilegios; sin embargo, contamos con la misma edificación y fortaleza. Claro que hay avances, nos queda honrar que nuestras madres lucharon, para asegurarse que «si tú no eres invisible, tus hijas nunca lo serán…». Recordemos y repliquemos que, nacimos mujeres, pero ello nunca será impedimento para crecer siendo dueñas de nuestros sueños.