Ciudad de México a 17 mayo, 2025, 12: 21 hora del centro.
De cargas y cargas

De cargas y cargas

La revolución feminista, que venturosamente apuesta, día con día a modificar el sistema patriarcal en el que se cimientan los grandes pilares del mundo occidental (y buena parte del oriental).

Las denuncias y las acciones varían y se ajustan a cada contexto específico pero todas parten de una necesidad común: la igualdad. Las latinoamericanas buscamos –sobre todo– el fin de la violencia física, las norteamericanas pagas iguales, las mediorientales, reconocimiento a sus derechos políticos. Todos los días se visibiliza una cara más de la batalla y las demás, en ejercicio de la sororidad que caracteriza a esta lucha, la adoptamos también como nuestra.

Así, al grito de “lo personal es político”, se han logrado levantar muchos de los velos que protegían al machismo, ni la ropa sucia se lava en casa, ni los problemas de la pareja son de dos. Hoy, los protocolos de violencia doméstica buscan alertarnos desde temprana edad para identificar, evidenciar y sancionar actitudes propias de las masculinidades tóxicas, a no permitir ya actitudes machistas, a buscar la igualdad en la repartición de la carga de trabajo en el hogar. Sin embargo, existe en este plano doméstico una lucha campal que aún queda por dar: la lucha por la igualdad en la carga mental.

¿Qué es la carga mental? Dicho de forma muy sencilla, es la cantidad de esfuerzo mental que nos ocupa la ejecución de una tarea, desde su planeación hasta que la realizamos. Hoy, la igualdad entre hombres y mujeres en el hogar se ha limitado –en el mejor de los casos– a repartir las tareas de forma más o menos equitativa entre las partes, pero esa repartición dejó de lado la planeación. Así, seguimos siendo las mujeres quienes tenemos que tener en la cabeza el listado necesario para lograr la administración del hogar: pagos, compras, citas, desperfectos que deben arreglarse. Somos unas sofisticadas project managers, sin paga de por medio. Si encima, como ocurre en la mayoría de los hogares, la mujer tiene además un trabajo adicional, donde se le exige de forma simétrica a sus contrapartes masculinos, multiplique usted esta chamba por 20; si en el hogar hay hijos, multiplíquela por 100. El resultado, nada excepcional, son mujeres mentalmente agotadas de gestionar, casi 24 hrs al día una variedad de asuntos, personales, laborales y familiares. 

Aunque así lo parezca, no es un tema menor ni en términos prácticos ni en términos públicos. Identificamos con facilidad la diferencia entre las cargas laborales de las mujeres y los hombres en cuanto a lo material (¿a alguien le suena la doble jornada?) y sus efectos, especialmente en el desarrollo profesional de las mujeres y, por consiguiente, en su desarrollo económico. Pero ignoramos el costo de la carga mental en todos los ámbitos. Las metas del milenio, cuya fecha límite es el 2030, pone foco en las enfermedades mentales como el mal del siglo XXI: la depresión, los padecimientos psicológicos y sus consecuencias, tendrán un fuerte impacto en todos los ámbitos sociales incluyendo el laboral, donde ya se anticipa una baja en la productividad debido a estos problemas y la salud pública, que deberá lidiar con estas enfermedades y otras asociadas. 

Ahora, ¿qué se puede hacer desde el Estado? Mucho, muchísimo. El Estado puede y debe ser una pieza primordial para transformar la realidad de las mujeres y su excesiva carga mental. En primer lugar, es fundamental modificar, empezando desde el servicio público, las dinámicas laborales, tanto para las mujeres como para los hombres. Hoy la tecnología permite la optimización de procesos y la adopción de nuevas formas de trabajo, como el trabajo remoto. En algunos países ya se experimenta con la reducción de la jornada laboral a sólo 4 días y mayores periodos vacacionales, que se han reconocido como una herramienta necesaria tanto para la correcta satisfacción de los derechos de las personas, como para mantener la productividad de la fuerza de trabajo. Reconozcamos que el trabajo del hogar es trabajo no remunerado pero que tanto hombres y mujeres deben realizar, desde la carga mental, y que el mundo laboral debe dejar espacio para ello, sin que esto implique un detrimento en tus posibilidades para mantener tu posición laboral y ascender en la escalinata laboral. 

De igual forma, el Estado debe tomarse en serio la salud mental desde el reconocimiento de los padecimientos mentales dentro de los cuadros de atención médica gratuita, hasta políticas de prevención, detección y apoyo. Por último, no podemos dejar de lado la inclusión de políticas educativas que se enfoquen, tanto de forma directa como indirecta, en la erradicación, desde temprana edad, de los micromachismos. 

 

Paula Sofia. Abogada, interesada en la regulación y las políticas públicas. Ahora aprendiendo y escribiendo sobre desigualdades cotidianas.

@pauletta_sofia

 

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