No es desconocido que poder hacer una maestría o un doctorado en un país como el nuestro es, casi por norma, una cuestión de privilegio y que desde ahí se ha generado una élite con tanto peso en el ámbito político y social que cuando se intenta modificar parte de su estructura se vuelve una tarea que se ve casi imposible.
Justo como lo vivimos desde hace tres años con el gobierno de AMLO, el grupo que se encontraba a cargo de la dirección administrativa de la ciencia ha buscado dinamitar a cualquier costo el trabajo de la directora del CONACyT.
Primero se intentó mermar la credibilidad del trabajo de María Elena Álvarez-Buylla Roces al inventar que su trabajo era más apegado a la chamanería que a uno de ciencia, y con eso desprestigiarla para que no siguiera en su cargo. Ahora vuelve a ocurrir que, ante los cambios de una institución pública como el CIDE, se le intente colocar como una persona autoritaria y que junto al Presidente de México estén dispuestos a desaparecer al CIDE.
Es verdad que instituciones como la anteriormente mencionada han servido para que personas con falta de oportunidades puedan ingresar a un posgrado de calidad y con esto generar movilidad social, pero como lo mencioné al principio esto no es una constante sino más bien son casos contados.
Ahora bien, eso no exenta por completo la responsabilidad de la directora del CONACyT en explicar de forma clara los motivos para hacer estos cambios rigurosos; sin embargo, es clara que la disputa que existe al interior de la élite académica parte de un hecho innegable: impedir que se reforme el sistema para no perder prebendas y cotos de poder que ha permitido mercantilizar el conocimiento.
Sería bueno ampliar la discusión al respecto de los motivos por los cuales durante el periodo neoliberal se logró aumentar el presupuesto a la ciencia, la falta de tener más plazas para los egresados de un posgrado y sobre todo que mucha de la gente que hoy acusa al gobierno de autoritario y anticientífico rinda cuentas de cómo fue que llegaron a tener consultoras y proyectos aprobados solo por conocer a la gente adecuada.
Más que decir en inmediato que el gobierno quiere desaparecer a las instituciones que sirvieron por años al modelo neoliberal, lo que se plantea es que estos centros que investigan de forma teórica las variables de la desigualdad social se presten para realmente impulsar un cambio sustancial en la vida de la gente y no solo sea para unos cuantos las historias de éxito.
Es justo a este tipo de cuestiones a las que se refiere AMLO cuando señala que existe una ciencia neoliberal, donde un grupo se enquistó para desde ahí hacer buenas fortunas y no generar verdadero impacto a través de sus investigaciones. Porque no puede ser posible que gente de alto rango gane sustanciosas cantidades y que miles de estudiantes, así como egresados, tengan apenas lo sustancial para sobrevivir. Ojalá los que tanto hablan de desigualdad se presten a que sus cálculos de pizarrón sirvan para el bien común y no nada más el beneficio propio. Por el bien de todos, primero los estudiantes precarizados.