A solo 5 semanas, o menos de 35 días, de que se celebre el mayor ejercicio electoral en la historia de México —cuando más de 90 millones de personas ciudadanas decidirán quiénes ocuparán más de 20 mil cargos de elección popular—, todos los ojos están puestos en la posición más trascendental de nuestro sistema político: la presidencia de la república.
El panorama electoral se ha ido perfilando con claridad en los últimos meses y, a medida que nos acercamos al final del proceso, parece confirmarse lo inevitable: Claudia Sheinbaum se perfila como la primera mujer en ser elegida para dirigir el poder ejecutivo de nuestra nación.
En este contexto, nos queda un mes para escuchar propuestas y considerar cómo se financiarán. Muchas de las ideas suenan atractivas, pero existe una diferencia significativa entre las implicaciones de unas y otras: prometer no empobrece a quien está destinada a perder, pero compromete a quien va a ganar a ganar. En este sentido, las propuestas de la Dra. Claudia adquieren un peso considerable, ya que lo que promete deberá cumplirse y será objeto de escrutinio con el tiempo.
En contraste, las propuestas y declaraciones del PRIAN, representado por su candidata Xóchitl Gálvez, parecen elaboradas para evitar una derrota aplastante y retener a sus simpatizantes. El cumplimiento no parece ser un requisito, ya que saben que la derrota es inminente; están salvaguardando escaños plurinominales. Por eso, se atreven a lanzar afirmaciones de populismo económico sin mayor fundamento, como la promesa de apoyos e incentivos fiscales para las empresas a cambio de la reducción de la jornada laboral, priorizando los privilegios de los empleadores. Además, hablan de exentar del pago de impuestos a las personas que ganen menos de 15 mil pesos, es decir, unos 20 millones de personas. De cumplirse, esta propuesta desplomaría la recaudación fiscal del Estado mexicano y haría inviable la existencia del gobierno y los servicios públicos. Sin embargo, recordemos que a la candidata conservadora no le interesa cumplir sus promesas: su objetivo es retener simpatías. Prometer no conlleva riesgos cuando se sabe que se va a perder.
En contraste, debemos prestar especial atención tanto al qué como al cómo en las propuestas de la Dra. Claudia. Su proyecto de “prosperidad compartida” se centra en la construcción de polos de desarrollo, obras y una infraestructura estratégica diseñada para impulsar el crecimiento económico. Además de los programas sociales ya protegidos constitucionalmente, plantea continuar con aquellos no garantizados por la Constitución y crear nuevos apoyos para la infancia y las mujeres, tal como lo hizo en la Ciudad de México.
La Doctora sabe que lo que promete lo tendrá que cumplir, pues está destinada a ganar, y desde la ciudadanía hasta los memes —pasando por los especialistas y los militantes— surge la pregunta: ¿de dónde vendrá el financiamiento?
Personalmente, desearía que la respuesta fuera la reforma fiscal, pero lamentablemente eso no parece estar en el horizonte. Así, el proyecto de la Doctora y su equipo de expertos esperan obtener los frutos previstos de la siguiente estrategia:
- Continuar con la política de no aumentar los impuestos en términos reales. Este sexenio no hubo aumentos de impuestos y parece que tampoco los habrá en el próximo.
- Implementar una recaudación efectiva y digitalizada. El uso de tecnologías para hacer más eficiente la recaudación y garantizar que todos paguen lo justo.
- Acabar con la evasión fiscal. Desde este sexenio se eliminaron las condonaciones de impuestos y se puso fin a la práctica de perdonar impuestos a los millonarios desde la presidencia.
- Considerar la ampliación aduanal como una carta bajo la manga. Los expertos ven en los impuestos aduanales la posibilidad de expandir la recaudación sin aumentar la carga fiscal sobre los ciudadanos.
- Aumentar del ingreso ciudadano. Si las personas ganan más, también gastan más, lo que genera más recaudación para el Estado.
Estos planteamientos surgen y continúan con una visión de humanismo mexicano, poniendo el interés popular al centro, la justicia redistributiva, la soberanía económica y el impulso al desarrollo compartido.
Es evidente que el tema de los impuestos se percibe como un gran desafío, resultado de décadas de políticas neoliberales en las que los trabajadores soportaban la carga tributaria mientras que los millonarios no pagaban lo suficiente, recibían incentivos fiscales y condonaciones de impuestos presidenciales. Eso ha cambiado, y aunque transformar esta situación es un proceso largo, ya se están viendo resultados y la propuesta es mejorar esa estrategia.