La lucha de nuestras ancestras ha generado un gran avance en la lucha por la igualdad de género, pero únicamente en algunos aspectos, porque las mujeres y las niñas continuamos enfrentando discriminación y violencia por el simple hecho de haber nacido mujeres, tanto en nuestro país, como en todo el mundo… y es que la desigualdad con base al género —como categoría de análisis— tiene que ver no únicamente con normativa y políticas públicas, sino además, con aspectos culturales y de estructurales mentales, algo que es verdaderamente complejo de cambiar. La igualdad de género —según especialistas— es un principio jurídico universal, a diferencia de la equidad de género, que introduce además un componente ético para asegurar una igualdad real que, de alguna forma, “compense” la desigualdad histórica que el género femenino ha enfrentado.
Para medir la diferencia en cuanto a igualdad de género —de acuerdo con especialistas— debemos fijarnos en cinco aspectos: participación política de las mujeres, acceso a la educación, acceso al mercado de trabajo, violencia de género y por último, legislación existente destinada a asegurar medidas que garanticen la equidad de género. Desde los hogares y las instituciones, desde los entornos laborales y los medios de comunicación, debemos trabajar en terminar con las desigualdades a las que se enfrentan las niñas, que muchas veces inician en el momento de su nacimiento y nos persiguen durante toda la vida. Madres, padres, docentes, comunicadores/as, etc. debemos ser conscientes de que las niñas y los niños perciben todos los días la desigualdad de género en sus hogares, en sus escuelas y en sus comunidades.
En 2024, en el marco de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, a través de ONU Mujeres, se nos invita a reflexionar en torno al mundo en el que se enfrentan múltiples crisis que someten a las comunidades a una inmensa presión, aportando que uno de los principales obstáculos para lograr la igualdad de género en 2030 es la falta de financiamiento en las medidas destinadas a alcanzar dicha meta y haciendo énfasis en cinco áreas que requieren una acción conjunta: a) Financiar los derechos de las mujeres: Una cuestión de derechos humanos: Es imperativo desde la perspectiva de derechos humanos y la piedra angular para crear sociedades inclusivas, bajo la premisa de que los avances para las mujeres benefician a todas las personas, en todo el mundo; b) Acabar con la pobreza y la desigualdad: La pandemia del covid-19, conflictos geopolíticos, desastres climáticos y turbulencias económicas han empujado a 75 millones de personas más a la pobreza severa, lo que podría llevar a más de 342 millones de mujeres y niñas a vivir por debajo del umbral de pobreza en 2030, por lo que resulta crucial actuar de inmediato; c) Poner en marcha un financiamiento transformador para la igualdad de género: Según estimaciones recientes, el 75 % de los países mantendrán los recortes en gasto público en 2025 debido a los conflictos y al alza de los precios de los combustibles y alimentos, y dicha austeridad repercute negativamente en las mujeres ya que reduce el gasto público en servicios públicos esenciales, políticas de cuidados y protección social; d) Pasar a un desarrollo sostenible y una sociedad de los cuidados: Los movimientos de mujeres que abogan por modelos alternativos proponen avanzar hacia una sociedad de los cuidados que preserve el medioambiente y la sostenibilidad de la vida, reconociendo los conocimientos de las mujeres indígenas que amplifiquen la voz de las mujeres y su rol protagónico en una economía que no acelere más aún el cambio climático, que no sea depredadora de los ecosistemas y permita un desarrollo sostenible; y e) Apoyar a los feminismos y movimientos que impulsan el cambio: Resulta urgente financiar a las organizaciones feministas y de mujeres para impulsarlas, ya que fortalecer a los movimientos y las organizaciones de la sociedad civil contribuye a la democracia, la paz y el desarrollo sostenible.
En México —y en el mundo entero— las mujeres tenemos el coraje, la valentía y la convicción de que luchar colectivamente por las causas comunes será siempre el camino. Sin duda, no se trata de un discurso ni de una fecha, sino de trabajar para lograr cambiar —en positivo— la vida de más de la mitad de la población de nuestro país (pues eso es precisamente lo que representamos las mujeres), y a partir de ello, mejorar la vida de la sociedad en general.