Hace casi un año, las mujeres mexicanas pararon como acto de resistencia. Tanto la marcha por el Día Internacional de la Mujer como el Paro Nacional del 9 de marzo reclamaban acciones de las autoridades para detener los distintos tipos de violencias contra las mujeres en México, que alcanzan su manifestación más aberrante en los feminicidios. Durante esos días, los casos de Ingrid Escamilla y Fátima le dieron nombre a una tragedia compartida por miles de familias mexicanas.
Después llegó la pandemia de covid-19 y casi todos los temas que en ese momento se discutían, desaparecieron temporalmente de la conversación pública. Sin embargo, los problemas señalados por los grupos de activistas feministas no desaparecieron. Algunos de ellos, como la violencia intrafamiliar, incluso se exacerbaron con el confinamiento adoptado para atender la emergencia sanitaria.
Unos meses después, en septiembre de 2020, las protestas feministas ante organismos de Derechos Humanos, así como las manifestaciones por el asesinato de la joven michoacana Jessica González, que se extendieron por todo el país, rompieron nuevamente la dinámica informativa y de discusión pública impuestas por el coronavirus. La exigencia era la misma que en marzo: hacer justicia por los feminicidios y las desapariciones de mujeres en México y poner fin a todas las formas de violencia de género. El 1 de diciembre de 2020, en su mensaje por el segundo informe de gobierno, el propio presidente López Obrador reconoció que los feminicidios habían aumentado 8.9% durante el último año.
En las semanas más recientes, el tema principal han sido las acusaciones contra Félix Salgado Macedonio, virtual candidato a gobernador de Guerrero por Morena. Estas han sido acompañadas por presión pública para que le sea retirada la candidatura por la presunta comisión de delitos contra mujeres en su estado natal.
Si algo ha quedado claro durante el último año, con todo y la pandemia, es que la agenda de género llegó para quedarse. Irrumpió en la conversación pública cuando solo se hablaba de la emergencia sanitaria. También ha escapado a la narrativa presidencial, que prácticamente domina los términos del debate en el resto de los asuntos que aborda desde la mañanera.
Es de esperarse que sea un tema recurrente durante las campañas electorales que están a punto de iniciar, ya que se trata del periodo idóneo para visibilizar este y otros problemas que afectan al país, así como exigir posicionamientos de quienes aspiran a ocupar un puesto de representación popular. Pero más allá de la coyuntura electoral, las manifestaciones de las mujeres durante el último año han sido contundentes: seguirán exigiendo, en tanto el Estado mexicano no sea capaz de atender y resolver sus demandas como el derecho a tener una vida libre de violencia y se les garantice el acceso a la justicia. Mientras prevalezcan las condiciones de violencia estructural hacia las mujeres, México seguirá en deuda con este sector de la población. Hasta entonces, la suya será una agenda pendiente.