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El alcalde de Ramallah

El documental Mayor (David Osit, 2020) revela la crudeza de lo que significa gobernar en las peores condiciones sin perder el apoyo popular. Vemos a Musa Hadid, reelecto en su cargo, prometiendo cumplir las expectativas de llevar una vida en paz a sus ciudadanos, quienes viven bajo el asedio del ejército israelí y sin tener siquiera control o injerencia en los servicios de agua potable.

Los líderes electos de manera libre, periódica y transparente gobiernan acotados por burocracias conocidas como instituciones no mayoritarias, sustentadas en la teoría de la delegación, pero sin controles democráticos. Guardando las debidas proporciones, estas organizaciones hacen las veces de las fuerzas de ocupación israelí en los territorios palestinos.

Múltiples textos académicos justificaron en su momento la fragmentación del poder político. Sin embargo, la evidencia empírica nos arroja que eso hizo inoperantes a los gobiernos frente al rampante poder económico con resultados inesperados o paradigmáticos, ejemplo de esto son el referendo a favor del BREXIT convocado por el conservador David Cameron, las muestras de intolerancia racista y xenófoba en apoyo a candidatos populistas de derecha y las violentas protestas de los chalecos amarillos en Francia. Tal parece que la población europea de todo el espectro político está inconforme con su gobierno que, desde antes de la pandemia, no encuentra la manera conjunta de responder a los retos demográficos, migratorios y climáticos que enfrenta.

Para desconcentrar el poder en México, proliferaron en nuestro diseño institucional los Órganos Constitucionales Autónomos, así como Comisiones Ejecutivas, Organismos Reguladores y hasta el dichoso Foro Consultivo Científico y Tecnológico, A.C. lo que mermó la capacidad de respuesta del Estado a las demandas y exigencias populares. Pero, a pesar de las similitudes y considerando aún nuestros problemas estructurales, observamos una gran diferencia en la relación de los ciudadanos con su gobierno en Europa y los casos de Ramallah y la Ciudad de México.

La virtud del Alcalde de Ramallah es reconocer las injusticias que comete el poder militar opresor sin descuidar su nivel de compromiso y responsabilidad con la ciudadanía, lo que le permite canalizar el enojo y frustración hacia la búsqueda de soluciones pacíficas y dejar de lado protestas contra su mismo gobierno. En la Ciudad de México, con la creación de la Secretaría de las Mujeres para enfrentar la crisis de violencia de género, observamos que se concentran en un solo organismo los recursos y las atribuciones para cumplir con los compromisos derivados de las leyes y los tratados internacionales de la materia.

La clave está en que responsabilidades y voluntades no están diluidas en organismos de expertos que obedecen a otros intereses o a sus propias burocracias, lo que permite canalizar la energía institucional y colectiva para combatir la raíz del problema en lugar de desgastarse entre ciudadanos y autoridades que persiguen los mismos objetivos. Quizá el factor decisivo para acabar con la frustración es aceptar que las demandas sociales nunca terminan, pero no por eso debemos condenar a las autoridades al fracaso contribuyendo a nuestro desaliento.

Cuando el liderazgo es comprometido y responsable con la ciudadanía, la posibilidad de una decepción se desvanece y se convierte en un motor inagotable de cooperación mutua para mejorar el bienestar de todas las personas, o puesto de otra forma y parafraseando a mi padre: la persistencia y la determinación son omnipotentes.

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