México ha sido cuna de los más combativos periodistas que han luchado por la libertad de expresión. Han sufrido censura, largos años en la cárcel, constantes amenazas de muerte, e incluso, entregando su vida por esta causa. Uno de los más grandes referentes es Francisco Zarco: luchador social incansable, legislador, periodista y escritor que, entre tantas cosas, nos dejó una máxima muy poderosa: “la libertad de expresión no se mendiga, ni se pide, ni mucho menos se implora; se ejerce como un derecho consagrado en nuestra Carta Magna, todos los días del año y cada día de nuestra vida.”
Sin embargo, a pesar de la gran labor que han hecho la mayoría de los periodistas en México, recientemente hemos visto que las noticias falsas han incrementado dramáticamente y la sociedad civil comprometida no se da abasto a la hora de desmentirlas y difundir información veraz, precisa y rectificada, ya que no tiene ni el mismo alcance, ni las mismas herramientas que la prensa tradicional. Debido a esta insuficiencia surge la necesidad de desmentir las noticias falsas y exponer a los periodistas que las escriben y difunden con el ejercicio realizado en la mañanera llamado “Quién es quién en las mentiras”, mismo que ha resultado muy polémico, como era de esperarse.
Si bien la crítica a este ejercicio por la verticalidad de su formato es válida, debemos hacer un par de precisiones que son muy esclarecedoras: hay derecho de réplica para los periodistas que salgan en esa sección por lo que se busca que sea un espacio democrático y abierto al diálogo, no una tribuna de linchamiento, persecución y estigmatización. Por otro lado, debemos reconocer que es profundamente necesario detener la difusión de noticias falsas —que han llegado a poner en riesgo la salud de los mexicanos, como cuando se alegaba que las vacunas administradas por el Gobierno eran falsas, por poner un ejemplo— y que ni el llamado a la ética periodística, ni la presión de la sociedad cansada de las mentiras han logrado frenar.
Revisando el código deontológico del periodista, encontraremos que dentro de los fundamentos generales que regulan el comportamiento de los que ejercen esta profesión se encuentran el respeto y el compromiso con la verdad, apertura a consultar distintas fuentes para contrastar los datos en busca de la objetividad, saber diferenciar entre lo social y lo personal para no confundir información con opinión y, en caso de haber difundido información imprecisa, rectificar tan pronto sea posible.
Al desmentir noticias falsas no se busca coartar la libertad de expresión, ni limitar la capacidad de disentir o señalar los errores; se busca preservar el compromiso con la verdad; impedir que se desvirtúe el periodismo; recordar que la prensa es un instrumento serio, de análisis y combate, alejado —dentro de lo posible— de la posverdad; y que toda libertad implica responsabilidad: en este caso, la de comunicar siempre —y solamente— con la verdad.