Martha Cajigas

El desarrollo humano también es cuestión de género

En los últimos meses hemos sido testigos de cómo en América Latina ha habido una oleada de manifestaciones multitudinarias, el hecho de que los pueblos salgan a manifestarse de forma masiva “es un claro signo de que, para el progreso de la humanidad, hay algún aspecto de nuestra sociedad globalizada que no funciona.” (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD 2019)

Y generalmente las consignas señalan la desigualdad como una de las principales causas que motivan a las personas a movilizarse en las calles. Como se ha mencionado en innumerables ocasiones, el desarrollo no es posible medirse utilizando únicamente indicadores económicos, es por ello que cada vez las metodologías empleadas se perfeccionan.

El año pasado el PNUD en su Informe sobre Desarrollo Humano, situó la desigualdad en el centro del debate y arrojó resultados interesantes: en el ranking de países e índice de desarrollo humano los países de América Latina y los países desarrollados de Asia como Hong Kong (China) y Singapur, descienden más de 13 sitios cuando se contempla la desigualdad que hay entre sus habitantes (IDH ajustado por desigualdad) y algo muy similar sucede cuando se contempla la desigualdad de género pues, prácticamente, toda la tabla se mueve.

La desigualdad puede identificarse por grupos afectados, sin embargo, como lo menciona el PNUD, el grupo más amplio es el de las mujeres. La desigualdad de género es de las más arraigadas en el planeta y un obstáculo al que se enfrenta el desarrollo humano y aunque hay avances distintos entre cada país y cada sector, disminuir la desigualdad de género está lejos de ser una realidad.

En el informe citado también se comparten algunos datos que vale la pena tener en mente. Por ejemplo: en el caso de los puestos de trabajo, entre más alta es la jerarquía más amplia es la brecha de desigualdad entre mujeres y hombres; mientras que en el hogar, el trabajo no remunerado que hacen las mujeres es tres veces mayor al trabajo no remunerado que realizan los varones. Por supuesto que la situación es más grave aún cuando una mujer pertenece a su vez a otros grupos sociales en desventaja como estar en situación de pobreza o tener un origen étnico indígena.

En México han habido pequeños avances pero aún falta mucho por recorrer, de entre los avances podemos destacar la ocupación de mujeres en altos cargos de la administración pública –nunca en México habían existido tantas secretarias de Estado–, la puesta del tema de la interrupción legal del embarazo en los congresos así como el porcentaje mayoritario de mujeres beneficiadas de los programas sociales que se pudieron en marcha a partir de 2019, a pesar de que estos no se diseñaron precisamente con un enfoque de género. 

Sin embargo, lo anterior contrasta con la violencia focalizada de la cual niñas y mujeres son víctimas a diario. Si el gobierno desea ver desarrollo tendrá que ser disminuyendo la desigualdad de género mediante políticas públicas. Pero no solamente es tarea del gobierno federal: la mayoría de los gobiernos locales, sean estatales o municipales, han quedado mucho a deber en la implementación de estrategias para atender a sus mujeres. Después de las grandes marchas que hubo en todo México el 8M, los gobiernos locales tienen el deber de responder con planes serios y estructurados no solamente con posicionamientos públicos que queden en palabras.

 

Martha Cajigas. Maestra en Desarrollo regional por el CIAD, A.C. Se desempeña en áreas relacionadas con políticas y programas federales.

Twitter: @marthacajigas

 

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