A Marion y Valerita
Marion, una pequeña de ocho años rompió en llanto cuando su mamá le informó a ella y a Valeria su hermanita de seis que quizá siempre no regresarían a clases el 30 de agosto como les había prometido. Días atrás esperaban ilusionadas regresar como antes, a su vida de niñas, cuando sus clases eran presenciales. Se imaginaron en su nueva aula, donde volverían a ver a sus viejos amigos, conocerían a la nueva maestra y disfrutarían de un verdadero recreo. Pese a su corta edad, la posibilidad de seguir estudiando en el anormal encierro les cayó encima como pesada loza que les arrebataba el milagro de su otra vida.
Su mamá, como millones de mamás mexicanas están frente al dilema de enviar o no a sus niñas o niños a estudiar, luego de que el mundo sigue sin poder aniquilar a virus y variantes. Como antes ocurrió con la reapertura de la economía, la vuelta a la escuela es el debate del callejón sin salida. El regreso es urgente pero los riesgos acechan mientras los argumentos se confrontan desde su respectiva esquina.
“Cuando esto empezó Valerita tenía cinco años y Marion, seis. Fue particularmente difícil con Vali porque ella estaba en el último grado de kínder que es donde se sientan las bases del proceso de lecto-escritura. A distancia aprendió a leer en casa, fue difícil hacerlo en línea, es algo grave”.
El tres de marzo, hace cinco meses, la Unicef –el Fondo de las Naciones Unidas para la infancia – le pidió al gobierno mexicano regresar a las clases presenciales, aludiendo a la “dificultad de mantener la calidad educativa con los recursos disponibles en casa”. La decisión de enviar o no a los niños al ciclo escolar del 30 de agosto del 2021 al 28 de julio de 2022, no es obligatoria y recae en los padres de familia.
Los pequeños necesitan reintegrarse, pero el riesgo está latente. Como ocurrió con la reapertura para la reactivación económica, el afán mediático se enfoca en descalificar el regreso escolar como si se tratara de un problema local. La investigación de la ciencia no se da por vencida. Sigue tratando de aniquilar a un virus que hace muy bien su trabajo, y al que no hay que darle tregua. Frente a eso, la realidad es que todo está abierto. Excepto las escuelas. Si el mundo retomó las actividades económicas con el cubre bocas puesto, dentro de las medidas ya vigentes se recuerda a los padres de familia respetar el protocolo del regreso. Los niños que acudan a las clases presenciales, como los adultos, tendrán que usar cubre bocas.
“Marion tuvo que hacer el brinco de sumas y restas a multiplicación y fracciones, también desde la casa porque a ella le abarcó primero y segundo de primaria. Entonces prácticamente cursaron una mitad de un ciclo escolar en línea y luego todo un año completo. Esto, sin tener mucho contacto con niños por las propias indicaciones del gobierno y de la Organización Mundial de la Salud, de que esto es una pandemia y aunque se trata de sacar a los niños, el mismo hecho de que estemos siendo cautelosos les impide estar socializando. Esto tiene muchos componentes”.
La realidad mundial es que los niños son un sector que no está vacunado y se empiezan a contagiar. La información es escasa, Estados Unidos recién investiga, pero apenas hace dos semanas se dieron cuenta. Como lo habían contemplado, ya comenzaron a vacunar a los niños de doce años en adelante, lo que anticipa una tendencia en todos los países. El mundo aún desconoce información clave como qué tan severo y con qué frecuencia es el contagio entre infantes. En la mayoría de naciones, los padres de niñas y niños de primaria están en sus treintas, lo que significa que aún no tienen las dos dosis de vacunación lo que es parte del problema pues son susceptibles al contagio.
Es de lamentarse que la pandemia en vez de unir a los mexicanos anteponiendo el bienestar de la gente, provocara lo contrario. La ciencia hace su parte, pero se necesita de todos para ser eficaces en el combate del virus. Entre las naciones que no pertenecen al primer mundo, la nuestra es privilegiada. Pese a que la llegada de vacunas no se ha detenido, los treintañeros mexicanos aún no están protegidos. Se hace lo posible para que las vacunas lleguen rápido. Se requiere acopio de paciencia al no existir información suficiente ni en los países desarrollados. Es reciente el dato de que la variante delta enferma a los niños por lo que no hay todavía la estadística para poder implementar una política pública.
Es necesario considerar que hay niños privilegiados porque cuentan con todos los recursos para su aprendizaje a distancia: una Tablet, su espacio de trabajo, sus cuadernos y todo el material necesario. Tienen además la ventaja de tener acompañándolos a uno de los dos padres en casa en ese aprendizaje. Aunque eso no evitó que hubiera pérdidas en ese proceso a grandes rasgos adquirieron los conocimientos que necesitaban.
Desafortunadamente no es la realidad de la mayoría de los niños en México. La generalidad de ellos no tiene esa posibilidad porque no hay nadie que los pueda apoyar al tener que salir a trabajar ambos padres. Esa problemática también la enfrentan las madres solteras. No hay un adulto que acompañe a los menores a excepción de los casos en que una abuela o abuelo entran al quite. Sin embargo, si no tienen lo que necesitan como la indispensable Tablet, el abuelito o abuelita solo los va a cuidar. No pueden ser docentes también. Esa disparidad de oportunidades generada décadas atrás, la pandemia la resalta.
El desafío del regreso a clases no es una situación particular de México. Se comparte en todos los países donde lo que prevalece es el miedo ante una crisis de salud mundial que no parece tener fin. Inclusive en aquellas naciones en donde casi todos están vacunados -que son los menos- un porcentaje importante aún no ha sido inmunizado -como por ejemplo en Estados Unidos- donde ahora también existen grupos anti vacunas que no se quieren vacunar. No existe conciencia de todos para hacer fuerte a la investigación, en lugar de al virus.
Una situación límite como la pandemia no es asunto solo de la ciencia. El llamado a colaborar no exime a nadie. Aunque ahora hay medidas de protección las actividades están funcionando como antes. En México todo está abierto. Excepto las escuelas. Los niños tienen mucho tiempo fuera de las aulas lo que es en detrimento de ellos, de su aprendizaje y de su socialización. Este debate está en todos los países. ¿Qué queda por hacer? Aquello que se ha ignorado. Pensar en los demás. La conciencia de que el mundo necesita de todos para derrotar a la pandemia. Se sabe lo que hay que hacer. Empecemos por apoyar a nuestros pequeños con la mejor voluntad para que si sus padres deciden que regresen puedan estudiar sin riesgos.
Última columna.
Quiero agradecer a El Soberano el espacio que generosamente me ofreció para escribir en sus páginas. Muchas gracias a mis estimados lectores que me hicieron favor de acompañarme. Lo agradezco de todo corazón.