WhatsApp Image 2024-09-23 at 16.16.48 (1)

El Grito, alegría de las lágrimas en la lluvia

Viajamos mil kilómetros desde Apodaca, Nuevo León hasta la Ciudad de México, en la víspera del último Grito del mejor Presidente de nuestro tiempo. Lo que descubrimos los días previos al Grito de Independencia en las calles aledañas al Zócalo capitalino n—entre la verbena por las Fiestas Patrias, el furor comercial que invade la última etapa del año y el gentío que, proveniente de todos los estados de la República, abarrotaba plazuelas, jardines, pasajes, museos, cafés y restaurantes del centro— ha sido un fenómeno impresionante, el cual Jorge Gómez Naredo definió con precisión: «AMLO pasó de ser el presidente de México, a ser un símbolo potentísimo de la mexicanidad.»

Hubo llaveros, “pejeluches”, carteles, libros, legos, sarapes, máscaras, banderas, estandartes, pines, calcomanías, calendarios, tazas, vasos, playeras, delantales, calcetines; todo tipo de souvenirs y de ideas fecundas del famoso ingenio mexicano han acaparado los estanquillos, pequeños comercios y puestos semifijos del primer cuadro, vendiéndose a la par que las réplicas del escudo y la bandera nacional. «La pejemanía», surgida en la lucha contra del desafuero hace casi dos décadas en 2005, hoy es una institución legítima del orgullo popular; los «Amlitos» son la fórmula victoriosa que entreteje resistencia, esperanza y amor al Pueblo condensada en el símbolo diseñado por el monero Hernández. Estos días de ocaso representan la síntesis del largo peregrinaje donde uno de los nuestros, de los que andamos a pie, caminó, luchó, cayó, se levantó, y perseveró para convertirse en el Presidente más querido del cambio de siglo —venciendo todas las trampas y artimañas de poderosos y oligarcas—.

El 15 de septiembre siempre ha llovido en el corazón de México. El agua renueva el ciclo de la Patria, rejuvenece los ímpetus, declara abiertos los nuevos caminos bajo las nubes y en este 2024 marca el momento exacto del traspaso del bastón de mando, entre dos mexicanos excepcionales: Andrés Manuel López Obrador y Claudia Sheinbaum Pardo. Ella será la Presidenta de México, la comandanta Suprema de las Fuerzas Armadas y la dirigenta de la profundización de la Transformación nacional.

No podría haber mejor momento para publicar en el Diario Oficial de México la Reforma Constitucional al Poder Judicial que este 15 de septiembre, en la antesala del Grito; mientras la raza degusta antojitos regionales y café con pan, se celebra con júbilo la victoria. La derecha sólo atina a hacer lo que siempre ha hecho y que de nada le ha valido: campañas de odio y desinformación en medios convencionales a los que nadie hace caso y cadenitas de mensajes refritos de bots en la mercenaria red «X»; los coros conservadores dicen que «no tienen nada que festejar» y eso nos refrenda lo que ya sabíamos, los tontos útiles a la oligarquía se caracterizan por ser unos vendepatrias, donde la gesta libertaria de los insurgentes de 1810, les pasa de noche, porque solo les conmueven sus intereses vulgares de élites y grupúsculos.

Ningún ruidillo en las redes arruinó esta que es la gran fiesta del Pueblo organizado, entre paraguas, capas y carteles de agradecimiento hechos a mano, la raza obradorista se agolpa en toda la plancha frente al balcón presidencial, sostiene una enorme lona que dice ¡Gracias! Viejos militantes se reencuentran, lloran (¿o es la lluvia?) y se abrazan: ¿te acuerdas del Grito de los Libres de 2006?

Las conferencias mañaneras que faltan se pueden contar a partir de hoy con los dedos de las manos. Pero la pedagogía histórica para el porvenir está en buenas manos, los souvenirs de AMLO no son ni de lejos un fetiche, sino la exquisita y valiente comprobación del ejercicio del poder popular, después de décadas de atribulaciones, es una estafeta que jóvenes, mujeres y hombres libres han recibido entre vivas a la Patria y fuegos artificiales que rompen el cielo de por sí inquieto de septiembre. Sí hubo final feliz. Los ideales prevalecen.

«Es un honor estar con Obrador», «No te vayas», «Sí se pudo», fueron consignas que retumbaron en el Zócalo y es una alegría tan genuina, profunda y escandalosa como la risa infinita que ninguna pantalla de televisión puede ocultar.

La lluvia dejó de caer en el momento exacto del último Grito de AMLO. «¡Viva la Transformación de México!» es la frase que cierra la arenga, seguramente causa escozor a los ladrones del pasado, y eso alegra y paradójicamente reconforta al pueblo que de inmediato realiza el encoré del «¡viva!».

Termina la ceremonia cívica, miles caminamos al metro. «¿Te acuerdas cuando sonaban a tope las campanas de catedral para tratar de apagar los discursos de AMLO?», pregunta un camarada. Parece tan lejanas, pero tan inolvidables las adversidades; pero hoy han sonado más fuerte que nunca las campanas de Dolores: independencia, Soberanía, libertad, democracia, justicia, Transformación.

Sobre el autor

Comparte en:

Comentarios