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El revolucionario transgénero

Cuando pienso en la Revolución Mexicana, lo primero que pasa por mi cabeza es un hombre mestizo de bigote prominente. El carácter del sujeto lo imagino de convicciones fuertes, sin miedo al riesgo: todo con tal de alcanzar sus ideales revolucionarios. En este ejercicio imaginativo, escasamente pienso en mujeres. De hecho, apenas puedo pensar en el nombre de Carmen Serdán y Elvia Carrillo Puerto, pero instantáneamente no recuerdo a ninguna otra revolucionaria. Tengo la intuición de que el problema es que sus nombres no los escuchamos lo suficiente durante nuestra educación básica.

Si me pongo más estricta, recuerdo a las Adelitas aunque debo confesar que mi imagen de ellas está basada en puras superficialidades (como el disfraz que nos poníamos en la escuela primaria: soldaderas que portaban grandes armas; se peinaban con trenzas y usaban falda). En realidad, nunca tuve claro si también combatían en batalla, si alcanzaban nombramientos militares y no recuerdo a ninguna gran heroína o estratega.

Dado que se acerca la fecha conmemorativa de la Revolución mexicana ocuparé este espacio para hablar sobre mujeres y género durante y después de este proceso histórico. En esta ocasión, hablaré de Amelio Robles, soldado transgénero del ejército zapatista. En próximas ocasiones -espero- hacer homenaje a las Adelitas y a los nombres de las revolucionarias que nos dieron patria.

En 1889 nació Amelia Robles, en Xochilapa, Guerrero. En el rancho en el que pasó su infancia, se dedicó a labores domésticas, aunque también aprendió de armas y caballos. Desde 1912 hasta 1918, Robles participó en el ejército zapatista (momento en el que transicionó para ser Amelio). La razón fundamental de su participación se basaba más en la libertad y emociones que sentía en la guerrilla y no en razones ideológicas como el agrarismo o premisas de cambio social.

Durante la Revolución, muchas soldaderas hicieron una transición temporal (o trasvestismo estratégico). El motivo para pasar por varones, no se relacionaba con identidades o preferencias sexo-genéricas sino con necesidades vitales. Al pasar por hombres, evitaban violaciones y vejaciones, o podían acceder a nombramientos militares.

El caso de Robles es distinto no sólo porque su transición fue de carácter permanente sino porque su grado de masculinización fue radical en términos de cumplía con todas las expectativas sobre qué eran, qué hacían, qué comían, cuánto bebían, con cuántas mujeres se involucraban y cómo se veían los hombres. Es interesante que sus habilidades con herramientas y transporte de combate pasaban por un show entretenido cuando era mujer, pero cuando transicionó, esas mismas aptitudes le dieron prestigio entre los soldados.

Robles -de hecho- no fue un soldado más, pues alcanzó el nombramiento de coronel. Esto es importante porque refleja que su identidad (en general) fue aceptada socialmente. Cano (2009) atribuye esto a que el coronel encarnaba y actuaba perfectamente “el ideal del revolucionario macho”. La evidencia de esta aceptación social consiste en que la familia y los vecinos de Robles, así como sus credenciales de pertenencia a distintas organizaciones, e incluso la condecoración que recibió como veterano de la guerra en 1974 siempre respetaron su identidad masculina.

Del caso de Amelio Robles me parecen interesantes muchas cosas. En primer lugar, que el proceso nacional revolucionario también se convirtió en la posibilidad de que se expresaran nuevas identidades de género. Al mismo tiempo, el buen performance de Robles para que su identidad fuera aceptada socialmente habla de las expectativas de la masculinidad de ese momento (es decir, lo que debían hacer los varones para ser “verdaderos hombres”). La valentía, la violencia, beber en exceso, ser mujeriego y renunciar por completo a las labores domésticas fueron atributos que Amelio asimiló permanentemente.

Otro de los aprendizajes de la vida de Robles se relaciona con la división sexual del trabajo en batalla. El hecho de que sus aptitudes con las armas y la caballería sólo fueran estratégicas en combate cuando transicionó a varón, dan cuenta de lo difícil que era para las mujeres tener nombramientos y ser apreciadas como soldaderas.

El estudio de Gabriela Cano “Amelio Robles, masculinidad (transgénero) en la Revolución Mexicana” (2009) describe la infancia, transición y papel de Robles en el proceso revolucionario. Esta es la fuente a partir de la cual realicé esta columna.

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