Por: Eliud Gabriel Medina Peralta
El suelo mexicano es diverso, inmenso y rico en muchos sentidos. El suelo ha sido motivo de luchas ideológicas e incluso armadas en México y en el mundo. Recordemos el lema “Tierra y Libertad” de Zapata, cuando solo algunos gozaban de los beneficios de tener tierra, y los desprotegidos eran esclavizados para alimentar al explotador y hacerlo más rico.
El suelo mexicano ha enfrentado grandes retos y cambios, y siempre será factor incluso de debate; por ejemplo, el reparto agrario en la época de Cárdenas fue una acción política gubernamental y social que les dio oportunidad a las y los mexicanos más vulnerables de ese entonces de tener acceso a un fragmento de la tierra arrebatada por unos cuantos.
Desde hace no mucho, en México, el suelo se convirtió en una simple mercancía, a la cual —por cierto— no todos pueden acceder o comprar debido a que el Estado, en la época neoliberal, se desentendió de manera premeditada para que fuesen los particulares y empresas amigas quienes definieran incluso las políticas urbanas y del suelo de las ciudades mexicanas.
Las políticas neoliberales no se encargaron de vender y privatizar únicamente las empresas nacionales al mejor postor, sino que el suelo también formó parte de ese negocio. Las empresas privadas compraron ejido barato, lejano y difícil de dotar de servicios; ahí construyeron casas paupérrimas y sin espacios públicos dignos. Lo que les interesaba —y les interesa aún, porque siguen insistiendo— es ellos gastar poco en comprar y construir pero sí vender caro, sin importar quien las vaya a habitar. Priorizan la utilidad, sobre la dignidad.
Ahora bien, hablemos del ahora y de lo que vivimos. Las transformaciones del país deben abarcar todos los aspectos, y las ciudades y el suelo no son la excepción. Hoy, por ejemplo, en México existe una estrategia impulsada desde Gobierno Federal para tratar el suelo de forma distinta. La nueva Política Nacional del Suelo, impulsada por Sedatu y el INSUS (Instituto Nacional del Suelo Urbano Sustentable), es una nueva oportunidad de reiniciar y recomponer todo lo relacionado con el suelo mexicano.
Esta nueva política plantea siete retos estratégicos en los cuales ya se trabaja y que requerimos conocer para permear en todos los ámbitos —desde el gubernamental, el social y hasta el académico—. Enseguida los enlisto:
1.- La recuperación de la función social del suelo. Requerimos revalorar la importancia del suelo, derivado de su valor social y no por su valor de compra. El suelo no puede seguir tratándose como una mercancía, como era antes en el periodo neoliberal.
2.- Contribuir a la planeación de ciudades resilientes y sostenibles. Los lugares para habitar deben estar cerca y conectados. No como antes, que se promovía comprar tierra lejana para que sea barata.
3.- Adaptar la regularidad de la tenencia del suelo a los rezagos que ha generado el patrón actual de urbanización y ocupación territorial. La transformación del país implicará diseñar esquemas adecuados de regularización que tiendan a adaptarse a los hechos, contexto, régimen de propiedad del suelo y al historial de cada asentamiento.
4.- Gestionar suelo apto y bien localizado con sentido social. Ahora, la prioridad es que exista suelo accesible para todas y todos, con equipamiento y todo lo necesario para el bienestar de las familias.
5.- Gestionar información territorial para la toma de decisiones. Hasta hoy, no existe una base de datos de todo el suelo mexicano. Jamás fue la prioridad, pero ahora sí. Hoy se promueve la producción y sistematización de datos que permitirán justificar técnica y socialmente los programas relacionados con la gestión y regulación del suelo, así como para contar por primera vez en la historia de nuestro país con un inventario nacional del suelo.
6.- Avanzar hacia la gobernanza territorial. Promover la coordinación entre las distintas entidades y dependencias de gobierno: antes, esto nunca fue un objetivo, porque cada uno tenía su negocio. Regular y organizar el suelo sin ese factor de coordinación es imposible. Ahora se promueve la administración y gestión coordinada, lo cual permitirá una toma de decisiones más objetiva y, sobre todo, verdaderamente justa.
7.- Promover la regulación y financiamiento para la gestión del suelo. Para regular el suelo mexicano, se requiere de distintos factores. La transformación del país plantea la generación de instrumentos económicos, fiscales, jurídicos y administrativos para planear y financiar los proyectos referentes a la gestión del suelo.
Para finalizar debo decir que sí, por si se lo preguntaban, hasta en la forma de abordar el asunto de suelo mexicano, hay diferencia entre derecha e izquierda. Mientras los primeros lo ven como negocio, hoy podemos decir que la 4T plantea una estrategia de verdad; basada en realidad y sobre todo en la búsqueda de justicia, para que todas y todos los mexicanos tengamos certeza sobre nuestra propiedad y vivamos mejor.
@Gabriel_medinap
Toluqué y Mexicano. Arquitecto, Urbanista y Docente. Activista en temas de Movilidad y Espacio Público.
Director del IMPLAN Toluca. Presidente del CEM de Unidos Por un Mejor País Toluca.