Hace algunos meses, escribí que este junio de 2024 podríamos darle una vuelta de tuerca al machismo, ya que pasaron doscientos años para que una mujer tuviera posibilidades reales de ganar la Presidencia de este país. Sí, parecía tan lejano y es un hecho que tendremos a un perfil como el de la Doctora Claudia Sheinbaum a la cabeza del gobierno de México, mujer de izquierda, comprometida con las causas sociales y con las de las mujeres. Gobernará un país complejo, que enfrenta muchos retos, pero sin duda, que tiene muchas posibilidades económicas, culturales, políticas y sociales.
Durante varias décadas, muchas pensamos que era un sueño que una mujer gobernara este país, hoy, es una realidad. La Dra. Sheinbaum fue ganando terreno y simpatías en su caminar a pie de tierra, visitó las capitales de los estados y las ciudades medias y pequeñas, enfrentó como muchas, una cultura que confrontó lo masculino y el imaginario político que había dominado la escena de la política y lo político. En palabras de Pierre Bourdieu, confrontó a la dominación masculina, que a través de los medios de comunicación recreaban una violencia simbólica, que reproducía los estereotipos de género y el sistema machista, así era nombrada por los ideólogos de la derecha a quienes les parecía impensable que una mujer científica, con experiencia en el gobierno, tuviera un plan para este país y fuera lo suficientemente fuerte para ganar.
El 2 de julio mostró dos cosas importantes: el apoyo a la gestión del gobierno del Presidente Andrés Manuel López Obrador y el voto sin regateos a la Dra. Claudia Sheinbaum. Este triunfo ha reconfigurado el escenario político y se mostró que sí, que en México el anhelo por tener una mujer como presidenta era una realidad. Los 35.9 millones de votos así lo demostraron. Ella además representó para la gente, los intereses de la 4T, la continuación con cambio, como ella misma lo expresaba y sobre todo, el ideal de un gobierno que desarrolló programas para cientos de personas agraviadas por el sistema neoliberal, que mostró que los ideales de igualdad, soberanía, paz y justicia social sí pueden traducirse en una nueva forma de hacer política.
Por supuesto, las mujeres nunca nos imaginamos que la campaña iba a ser despiadada en su contra, que el machismo seguía vivo y especialmente en la clase dominante intelectual y económica que perdió privilegios, incluso, que al ganar, todavía no terminan de asimilar sus capacidades intelectuales y su fortaleza. Quiénes nos desarrollamos en la política, sabemos lo cruda que puede ser cuando alguna de nosotras nos presentamos a una contienda, porque nos siguen considerando incapaces, sumisas -a un hombre- y obedientes y dudan de nuestras capacidades para gobernar.
La violencia política y simbólica no solo procedió de las figuras masculinas, también de figuras femeninas con gran reconocimiento como el caso de la periodista Carmen Aristegui que a unos días de haber ganado la Dra. Sheinbaum la presidencia, expresara: “Sería terrible que quien ganó el gobierno no tenga identidad propia ni pueda ejercerlo, sino tendrá que gobernar por interpósita persona… sería una tragedia inmensa que esa primera Presidenta fuera la calca del Presidente anterior… sería una tragedia. ¡No tiene por qué ser sumisa a López Obrador!”.
Estos calificativos dan al traste con la objetividad de un personaje como ella, además es de tal irresponsabilidad, cuando ella misma se considera feminista e incluso hace algunos años, realizó algunos videos contra la violencia hacia las mujeres y que le regatee a una mujer sus capacidades, como si no conociera su perfil e incluso o no la conociera personalmente, como si la Doctora saliera de nada. Esa pérdida de brújula sobre otra mujer, echa al traste toda la ideología feminista que ella misma enarboló y que nos costó tanto ir articulando. El concepto de sororidad que busca hacer visible el reconocimiento entre mujeres, que nos tratemos como iguales, y que aún cuando enfrentemos una competencia, ésta no llegue a las rivalidades que el sistema patriarcal nos ha impuesto.
Si las feministas no erradicamos y exorcizamos esas descalificaciones personales que son producto del machismo y de la dominación masculina y que pretenden mostrarse como objetivas y analíticas, cuando son calificativos que no tienen ningún elemento objetivo para afirmarlo.
Solo podremos construir un sistema en donde las diferencias entre mujeres no se repitan, y no se quieran instalar en el imaginario, descalificaciones que no se pueden comprobar. La Dra. Sheinbaum va a enfrentar eso y más, pero no olvidemos que este sueño se ha hecho realidad: es la Presidenta electa y será Presidenta los próximos seis años. Ella representa a todas aquellas mujeres que han sido silenciadas y también a todas aquellas que hemos tenido voz y nos hemos rebelado, enfrentado y confrontado ante las violencias, incluida la propia Aristegui.