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El tiempo de las mujeres por la Transformación de México

La exclusión política ha sido una de las fuentes de la desigualdad social, y en general, del deterioro de las condiciones de vida de una parte importante de la población, en la que sobresalen las mujeres, a pesar de nuestra importancia en distintos ámbitos de sociales.

México no ha sido la excepción a este fenómeno de exclusión y marginación histórica. Queda claro que en los años recientes se ha iniciado un proceso de reconocimiento formal del derecho a la participación e inclusión de las mujeres en la vida política con cierto nivel de igualdad.

Las mexicanas obtuvimos el derecho participar en elecciones —votar y ser votadas— a partir del 3 de julio de 1955. Poco más de dos décadas después, en 1979, Griselda Álvarez se convirtió —a través del voto popular— en la primera mujer en ocupar la gubernatura del estado de Colima.

El principio con el que se sustenta la legitimidad de las democracias modernas es la representación política de los distintos grupos que conforman la sociedad. Durante siglos, esa base ha estado reservada para unos cuantos grupos privilegiados: los hombres blancos y libres, los propietarios de bienes como la tierra, la burguesía y los letrados, por ejemplo.

Hoy vivimos un momento sin precedentes para México, dimos un paso más hacia la paridad, pero aún hay muchos retos por delante. Es la primera vez que gobernarán simultáneamente seis mujeres de un mismo partido político, Morena; ellas son: Claudia Sheinbaum (Ciudad de México); Layda Sansores (Campeche); Indira Vizcaíno (Colima); Lorena Cuéllar (Tlaxcala), Marina del Pilar Ávila (Baja California), y Evelyn Salgado (Guerrero).

Todas ellas representan el símbolo de la democracia de la Cuarta Transformación que juntas estamos dispuestas a seguir haciendo historia.

Históricamente el monopolio de la representación política y, por ende, del control político, económico y por supuesto el cultural ha excluido a grupos como los indígenas, las minorías religiosas o lingüísticas, los analfabetos y en la actualidad a los migrantes.

Sin embargo, el caso más notorio es la exclusión de la representación política de las mujeres, con todas las consecuencias que ello ha implicado.

Debemos entender que ya no solo debe garantizarse la organización eficiente de las elecciones libres y competitivas, sino también por una mayor participación ciudadana y por una representación política equitativa de los grupos que integran la sociedad, pero —sobre todo— por una mayor capacidad de las instituciones político-electorales para garantizar la no exclusión y la equidad, así como el ejercicio efectivo de los derechos humanos y políticos.

Juntas haremos seguiremos haciendo historia.

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