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El tiempo de las mujeres

“Históricamente, el hombre ha dominado la vida pública y a la vez ha ejercido el poder hasta circunscribir y subordinar a la mujer al ámbito privado”
Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer, 1997, párrafo 18.

 

En nuestro país, los obstáculos que las mujeres debemos librar para participar en el ámbito público —más aún en el político— son diversos, por ello —y en reconocimiento no solo a las actuales, sino a nuestras ancestras— las mujeres que a través del reciente proceso electoral han llegado a los espacios de toma de decisión se deben unir para promover mejores condiciones y abrir paso a las que vienen atrás de ellas. Sin duda, el logro de la paridad en el nivel constitucional fue fundamental… lo preocupante es el incremento de la violencia de género que trajo consigo, y vale la pena hacer hincapié en que se trata de un asunto de violencia de género, ya que se detona únicamente por ser mujeres y cuyo impacto nos afecta desproporcionadamente. Es claramente un acto de discriminación que nos mantiene en situación de subordinación y limita nuestro acceso a mejores oportunidades, educativas, laborales y de desarrollo para acceder a una mejor calidad de vida.

Las mujeres hemos luchado para que se respeten nuestros más elementales derechos, con la convicción de que nuestra presencia en espacios de toma de decisiones es indispensable para fortalecer la democracia; ante esto, se ha demandado generar reformas y alcanzar los consensos necesarios para hacer posible la representación equilibrada de mujeres y hombres como condición previa del disfrute pleno de la igualdad ciudadana. Pese a todo lo logrado, es evidente que se requiere más que una acción jurídica: las mujeres necesitamos capacitarnos para entender que es responsabilidad del Estado proteger y garantizar el ejercicio de nuestros derechos políticos, pero también es importante que sepamos identificar y establecer medidas de autoprotección que nos permitan minimizar nuestra exposición a factores que representen amenazas contra nuestra vida, integridad y/o libertad personal, así como conocer las herramientas para enfrentarlos y salir victoriosas.

Con la normativa actual —en específico, con la reciente incorporación de la tipificación de la violencia política en contra de la mujer— deberían ser sancionadas todas las agresiones que sufrimos las mujeres que participamos en el espacio público, en el ámbito político… Desafortunadamente, por lo que he vivido —por todas las experiencias transitadas, conocidas y documentadas, además de las denunciadas— puedo y debo afirmar que si bien hace falta mucho más que legislar —aunque ello representa un gran avance— lo que necesitamos es compromiso, unidad, congruencia y claridad. No basta con el reconocimiento del principio de paridad a nivel constitucional y legal, sino que es necesario implementar con urgencia medidas para consolidar y fortalecer una correcta aplicación de esta normativa, pues debemos promover que, para avanzar como sociedad y como país, es imperativo contar con un grupo representativo en el que participen tanto hombres como mujeres en términos paritarios, expresando siempre la trascendencia de que todas y todos seamos tomados en cuenta en el proceso de toma de decisiones, lo cual representa, sin duda alguna, un requisito indispensable para el correcto funcionamiento de la democracia.

Por todo lo anterior, considero imprescindible que, como género, las mujeres seamos sororas y percibamos como fundamental y positivo el triunfo electoral de Evelyn Salgado, Beatriz Mojica, Abelina López y Norma Otilia Hernández —entre muchas otras mujeres—, porque dan cuenta de que ahora, más que nunca y pese a todo, ¡es tiempo de las mujeres en Guerrero y en el país! Seguramente hay mucho por hacer, pero lo único que no podemos es dejar de ayudar —y, peor aún, denostar— a quienes hoy han logrado un espacio desde donde pueden ayudar al género y, con ello, trabajar a favor de mejores condiciones de oportunidades y de vida para todas y todos.

Por nuestra parte, las mujeres debemos insistir en nuestro empoderamiento para concebirnos como actoras fundamentales de la política, y con ello enfrentar y vencer todas las limitaciones, prejuicios y estereotipos que se han creado, desde lo cultural y estructural, en torno a nuestra participación, y en concreto, a nuestras candidaturas: establezcamos una cultura de denuncia y construyamos redes de apoyo entre nosotras. Entendamos a la capacitación como nuestra fortaleza y, en consecuencia, continuemos con la generación de espacios para el aprendizaje constante que coadyuven a comprender la importancia de la perspectiva de género al momento de representar los intereses del electorado —y, por ende, la promueva—. Además, generemos escenarios y hagamos uso del debate de ideas entre mujeres y hombres en igualdad de condiciones, para que transmitan y contrasten sus proyectos e iniciativas, siempre insistiendo en que la política no puede ser entendida sin nosotras, buscando avanzar desde la igualdad humana y la sororidad, ¡por nosotras y a favor de toda la sociedad!

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